CYRANO DE BERGERAC sigue viviendo (COMO JUZGAN LOS ALEMANES A SUS ADVERSARIOS). Una de estas noches de Berlín, tan calurosas como las de Madrid, estábamos sentados en la terraza del café de “Westerns” un capitán de Artillería que, herido, ha regresado de Galitizia con la. Cruz de Hierro de pri mera clase, un comandante de Caba Hería que ha operado en Francia, un capitán de Estado Mayor, v.ñ corresponsal yanqui y yo. Hablábamos, cla-To es. de la guerra, de cuál ha sido — su desarrollo, de sus peripecias.- de sus incidentes; se" hacían cálculos acerca de la fecna ie su terminación, y las opiniones se encontraban en la victoria. De todo lo que allí se dijo me parece más interesante para los lectores el juicio que los oficia es alemanes hacían de sus adversarios. —Los rusos—decía el artillero—son admirables soldados, tenaces osados hasta la temeridaA jr^éTüo&ó&Zeif eLS ataque, sobrios y cdn una idea de Jos deberes militares casi exagerada. Sobre todo, en la defensa el soldado ruso muestra superiores cualidades: íio cede el terreno fácilmente, se resiste eq tanto le quedan fuerzas para combatir, y yo no he presenciado una tuga. Los oficiales se ven obligados a recurirr a procedimientos enérgicos para que obedezcan a la orden de re> tirada, ppes si por los soldados füe^ ra. todos preferirían morir antes qye abandonar sus posiciones. ¿cómo explica usted esas masas de —Pero, entonces—pregunté yo-^-, rusos prisioneros? —Existen muchas causas ajenas a las cualidades- dél soldado rusó~ Aca- 50 la falta de organización sea la principal; pero sería injusto creer-que los rusos se rinden fácilmente. No se -debe olvidar que el heroísmo la tenacidad, el ímpetu y otras virtudes militares. con ser grandes factores, no lo pueden todo en la lucha moderna. Importa tanto o más que las tropas estén—aprovisiairadas con rapidez y con largueza, que las municiones no escaseen nunca y sobre todo, qúe los refuerzos puedan llegar oportunamente. ¿Se sabe que las tropas rusas hayan tenido todo esto para complementar sus excelentes virtudes guerreras? Luego el mando es el que decider por muy heroicos que sean los soldados. 51 sus jefes no pudieron o no supieron evitar maniobras del enemigo qcu rrirá fata mente el desastre. Millares orque sus jefes, inhábiles o no disponiendo de medios eficaces, no lo evitaron. Yo declaro que tengo un gran respeto y una gran admiración por el soldado ruso—terminó dicien do él capitán. —¿Qué opinión tiene usted del soldado francés?—pregunté al comandan te. —Creo que no ha perdido nada de 4» bravura, de la gallardía, del heroísmo y dpi espíritu de sacrificio qug heredó de los soldados de Napoleón. Son los mismos guerreros que aeom ----cañaron al gran caudillo por toda el mundo. Atacan sin medir los obstáculos. tienen la coquetería de afrontar la muerte con una sonrisa que parece una burla, y en el combate tienen bellos gestos de so'dados poetas. El soldado francés sigue siendo Cyrano. I y Roland, y Artagnan, y granadero gá de las legiones napoleónicas. —¡Ah! sí. el Ejército francés es • ■r. un gran advesario. que. vencido o ven ■a cedor, honra a quien le combate—di-jo el artillero. —Y el soldado inglés? —Los ing'eses s< n de una serenidad de una sangre fría, de un vigor que los hace temibles. Es difícil el golpe de mano ci ando se trata de soldados ingleses. La guerra es para ellos un Juego más que añaden a la lista en que figuran el “tennis.” el “golf." el “foot-ball.” el polo y otros ejercicios violentos a que son tan aficionados. Van a las trincheras como irían a una partida de caza, sin la emoción del guerrero. No son impetuosos en el ataque; pero lo realizan con precisión, como si no tuvieran enfrente un enemigo que les envía millares de balas. En ningún momento e| soldado inglés” es yícthxtii de ner-viosidad o de imprudencia. El inglés afronta con calma el peligro, y es héroe con heroísmo consciente. Los juicios de lo/ oficiales alemanés sobre "tos so1 dados belgas c ita-Jianos mo fueron-tan entusiastas; perodebo dclarar qu no había en ellos desdén ni afán de aminorar su valor. Confieso que quedé sorprendido oyendo hablar en tales términos de los enemigos de Alemania, no porque yo personalmente tenga una opinión distinta y contraria, sino porque suele ocurrir que el odio al adversario y la pasión que cngendta la lucha quitan todo sentimiento de justicia y ciegan. Y a medida que los elogios brotaban de los labios de los oficiales alemanes, yo. por un efecto natural, veía agigantarse al soldado a’emán. Rec'or-^? daba una máxima de nuestro Bena-vente: “el amante no debe rebajar a los ojos de la amada a su rival, porque, al hacerlo, se rebaja a si mismo. Esta opinión de los oficiales amigos míos es general en toda Alemania; en ningún momento hemos oído o visto que se intentase presentar a los Ejércitos de Francia Inglaterra y Rusta como en esos países han pintado a as tropas alemanas. En Alemania se nn de homenaje a los méritos del adversario: pero en seguida, todos los alemanes afirman que la victoria fina! será para sus armas. Alemania necesita saber que tiene enemigos formidables para que la victoria sobre ellos merezca la pena de todos los sacrificios; una victoria sobre hordas sin nin na virtud moral ni guerrera no sa furia a este pueblo. ANTONIO AZPEITUV