REVISTA MEXICANA. Semanario Ilustrado. Entered as second class matter, October 25, 1915 at the Post Office of San A n ton io, T exas, under the Act, of March 3, 1879 __ Año I. San Antonio, Texas, Diciembre 19 de 1915. Número 15. -- La Navidad de la Patria ________ Nuestra patria no es ya sino un cementerio. De todos nuestros grandes hombres dan cuenta las innumerables lápidas que, en sustitución de las cosechas destruidas, han hecho surgir,a su paso las hordas carrancistas. El gesto, la sublime figura del sembrador, se han convertido ante los espejuelos del “Primer Jefe”, como frente a espejos grotescos, en las siluetas tenebrosas de sus antiguos lugartenientes: rojos de sangre: Villa y Fierros; en las misérrimas deshonras de s’s antiguos Ministros; en la misión nefasta de sus lugartenientes y de sus Ministros actuales. Al son de la matanza, D. Venust'ano pasea sus anteojos, vacíos como cuencas de calavera, en una gira que imita las del Gral. Díaz, con las diferencias que separan las fiestas del amo de las del criadá^ convierte a México en una sucursal africana de Washington; glorifica sus triunfos con arcos deleznables y, a falta de la crema, los asientos de la intelectualidad cantan alabanzas en un concierto que suena a De Pro-fundis en el viento que huele a muerto. Muerta la Constitución, sin leyes que la sustituyan, México ha dejado de existir como Estado entre las Naciones del mundo: muerta la Ley, dentro del país, sin Códigos y s’n Tribunales, México no existe como Nación para sus propios hijos. Muerta la dignidad, bajo la atmósfera corrompida, los jefes roban, desp és de haber asesinado, y el Cementerio Nacional ofrece el macabro espectáculo de un panteón invadido por ladrones de sepulcros. Pueden Tós cuatro espejuelos de esta tragediat -los vacíos de D. Venustiano y los amarillos de odio de Luis Cabrera, estar satisfechos de su obra: La Muerte y el Hambre, las dos deidades a quienes consagraron las armas de sus secuaces, están para triunfar. Llegan ■ a las estaciones fronterizas caravanas de fugitivos: traen Ips pies descalzos; visten harapos, y vienen por millares: forman una corriente interminable; los avienta el aire irrespirable de los cadáveres insepultos, precip ta su fuga el estallido de los balazos con que los héroes del “Primer Jefe” los expulsan; no caben ya en la tierra en que nacieron, como si manos fabulosas la hubieran levantado de en medio para hacer rodar a esos infelices a tierra extraña. El terror y la miseria los han aniquilado, han puesto en las bocas arrugas que perpetúan el dolob y temblores que parece que imploran y se atropellan a las puertas del destierro, para entrar a él, como los concurrentes, por salir, de vn teatro incendiado. Muerto todo en México, el Presidente Wilson convoca a una unión Pan-Americana, ofensiva y defensiva, en contra de Europa. Sabía el Presidente Wilson que nosotros nada teníamos que temer de Europa; mas para el Presidente Wilson, dada su política internacional, existe un gran peligro en el trienio de Alemania, lo mismo que en el de Inglaterra. Otro inmenso peligro, más próximo, amenazaba en la Unión de las Repúblicas Hispano:Amer:canas, para tratar sus asuntos directamente, sin intermediarios, con Europa y con los Estados Unidos. La posición entre los dos océanos,con un istmo como el de Tehuantepec por todo obstáculo, salvado ya por el F. Cerril construido por el Gobierno del General Díaz; el descubrimiento de nuestra riqueza petrolífera, de las mayores del mundo; el clima y las riquezas incomparables: todo está d speesto para hacer de México una potencia de primer orden; el país que en una futura organización del mundo, ocupe el lugar que tuvo Italia cuando el esplendor de Roma. Fra necesario anear ese futuro, pulverizar ese poder, destruir ese país: el Carrancismo recibió el encargo. Parece que la obra iniciada el 21 de abril de 1914, por el Almirante Fletcher en Veracruz, quedará consumada dentro de pocos días, cuando D. Venustiano Carranza estreche la maño del Embajador Fletcher en el Palacio Nacional. Mas no! “El Primer Jefe” ofreció acabar con el país, a cambio del reconocimiento y el reconocimiento lo está devorando a él. Cuando su Embajador,—Arredondo o Cabrera—al lado de los demás diplomáticos del Continente, lleve al Presidente Wilson la apro’sación carrancista, obsequ ándole no a ■ Méx:co, sino el cadáver de México, se removerán todas las tumbas y la hora final de Carranza y de los suyos habrá sonado. Es necesario que la destrucción sea completa, para que los destruya a ellos: en toda revolución, en toda reconstrucción, en todas las grandes convulsiones históricas, hay dos períodos: el de cr'men y el de virtud, el de traición y el de honor, el de infamia y_el de gloria.________________________ D. Venustiano y los ¿uyos aceptaron el primero y pronto acabarán. Ya la Peste y el Hambre han venidq en su auxilio. Mas el momento mismo de la muerte, será el de la resurrección : la sangre los ahoga, “al delirio de matar responde el delirio de morir” y justiciero e implacable avanza ya el enemigo que a su vez acabará coiT ellos. ¿ La revolución del Sur? ¿Oaxaca? ¿Baja California? ¿Argumedo?.____...... ¿Quién?..... No hay que preguntar el nombre: el Destino habrá de cumplirse. Los hombres mueren; los pueblos sólo desaparecen cuando se suicidan, y el nuestro no ha renunciado nunca a la vida. Ahora menos que nunca. Parece que renace: más bien, que va a nacer; que, en una nati-vidad sublime, abre los ojos y, al abrirlos, encuentra los ojos de la madre Patria, que le imploran. Ese día, la aspiración nacional tomará nombre. V ¡Ay entonces de los matricidas! Fsperemos pues, vigilantemente. Parecía todo muerto, todo perdido, y, al contrario: todo está para nacer. La Esperanza, rotos los pies, sangrando las rodillas, apagados los ojos, se inclina anhelante sobre el seno de la patria y oye un rumor de vida, de vida inmensa, más allá de las tumbas, y un soplo divino hace temblar y resonar sus blancas alas sobre los sepulcros! Esperemos diligentemente. Preparemos con recogimiento y con alegría la Navidad futura: la Natividad de la Patria. t I