■LA BIENAVENTURADA VIRGEN 23 “Y como aquellos hijos que habiendo ofendido mucho a su bondadoso padre, avergonzados y al mismo tiempo arrepentidos de sus faltas, no se atreven a presentarse ante él y desde la puerta hablan con su hermana y llenos de confianza esperan hasta que ella va y habla con su padre e intercede por ellos; así también los hombres, arrepentidos de sus maldades y no atreviéndose a acercarse a Dios, su Padre, a quien han ofendido, acuden a María por medio de la oración para que Ella en el cielo interceda por ellos.” (1). ¿Me preguntáis si María desea haceros gracia? ¿Si se interesa realmente por vuestro bienestar? ¿O si está tan absorta en la fruición de Dios que sea indiferente a nuestras miserias? “¿Podrá nunca una mujer no apiadarse del fruto de sus entrañas?” (Isaías XLIX, 15). Tampoco María nos olvidará. El amor que nos profesa como a hijos adoptivos, puede medirse por el que tiene a su verdadero Hijo. María fué la que alimentó al Salvador cuando era niño; la que con sus propias manos lo vistió; fué su protectora en los días de ja cruel persecución de Herodes y la que limpió las manchas de su frente cuando le bajaron de la cruz. Como somos lbs hermanos de Jesús, pues El no se avergüenza, dice el Apóstol, de llamarnos sus hermanos. (Hebr. II, 11), tampoco María se desdeña de tenernos por sus hijos adoptivos, pues al pie de la cruz nos tomó como tales en la persona de San Juan. Ella tiene interés en atender a las necesidades de nuestras almas, como atendió a las necesidades corporales de su Hijo. Ella será el instrumento de Dios para alimentarnos con la gracia divina, y cubrirnos con las vestiduras de la inocencia, y proteger- (1) “And even as children who have much offended A too indulgent father, in great shame, Penitent, and yet not daring unattended To go into his presence, at the gate Speak to their sister and confiding wait Tin she goes in before and intercedes; So men, repenting of their evil deeds, And yet not venturing rashly to draw near With their requests, an angry Father’s ear, Offer to her their prayers and their confession, ■* And she in heaven for them makes intercession.” Longfellow's "Golden Legend.”