1 El Mensajero Juvenil E¡ Mensajero Juvenil Pero Jesús enseñaba lo mismo que sanaba. El conoce nuestras necesidades espirituales y procura llenarlas, lo mismo que curar nuestros cuerpos. Curar el cuerpo fué un escalón para Cristo para limpiar el corazón y la vida. Hoy, como entonces nos lleva de las bendiciones terrenales a las espirituales; las más bajas son los medios para llegar a las más altas. Todos los obreros de Jesús deben seguir este ejemplo. El cristianismo es un río de bendiciones que corre al través del mundo, bendiciones para los cuerpos y las mentes lo mismo que para las almas de los hombres. Y la bendición del cuer-Ed es una prueba de su poder para endecir el alma y de la sinceridad de aquellos que enseñan y predican. 3. La Vianda del Muchachuelo. Jesús preguntó a Felipe: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” Seguramente Jesús hizo esto para probar la fe de Felipe. Podemos imaginar que la respuesta que Jesús deseaba era: “Señor, todas las cosas son posibles para ti; habla solamente la palabra y esta multitud será alimentada/' En efecto esta pregunta probó a Felipe de una manera muy completa porque, faltándole fe, principió a calcular el costo del pan en moneda terrenal. Así nos pone Dios dificultades al frente para probar si tenemos o no fe en que él quitará los obstáculos. Jesús era como un hostelero que se encontró repentinamente con sus huéspedes hambrientos. Parece que Jesús gozó con la perspectiva como cualquier hostelero que supiera de una vasta cantidad de provisiones ocultas. Andrés viene en auxilio del asustado Felipe, diciendo: “Un muchacho está aquí que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos.” Pensemos por un instante en este muchacho y su vianda. ¿Que hizo? Con gusto puso cuanto tenía en manos de Jesús. Sabemos lo que sucedió entonces. ¿Quién era la persona más feliz en aquella vasta multitud? Después de Jesús, el muchacho, por supuesto. El había ayudado. Con qué vehemencia les diría a su madre y a sus amigos acerca de esto. Viéndonos en esta historia como en un espejo mirémonos cara a cara y preguntémonos. “¿He puesto mi todo en manos de Jesús? ¿He puesto todas las cosas en sus manos?” El puede tomar lo más pequeño que nosotros tengamos, y, por medio de su poder divino, hacerlo la bendición del mundo. 4. Colaboradores con Cristo. Cuando cayeron las sombras de la tarde, las gentes tenían más hambre y estaban impacientes y los discípulos se llenaron de ansiedad y le pidieron a Jesús que suspendiera sus enseñanzas y que mandara al pueblo a las aldeas a comprar algo que comer. Pero Jesús se volvió a ellos *y les dijo: “No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.” Vino entonces Andrés de nuevo con el muchacho que tenía cinco panes y dcA pececillos. “Y. él les dijo: Traédmelos acá.” Entonces ordenó a sus discípulos que sentaran al pueblo sobre el zacate (Marcos) del cual había mucho (Juan), por compañías de cincuenta y cien, según la conveniencia evidente de cada grupo, de modo que no hubiera desorden y de que se pudiera tener buena atención con los hombres y mujeres ancianos y con los niños, lo mismo que con los fuertes. Los discípulos los sentaron en estas compañías con espacios entre cada una de modo que ellos pudiesen andar libremente por entre ellas. Con el brillo glorioso del sol de la tarde estas compañías se veían como un conjunto de jardines separados por andadores. Esta disposición para sentar al pueblo, o mejor dicho para hacer que se reclinara en compañías, fué tan hermosa como útil. Veamos la lección misionera que hay aquí: “Jesús proveyendo el pan y los discípulos distribuyéndolo al pueblo hambriento sentado en “jardines”—como la.s naciones de Europa y la América Latina, las cuales son campos misioneros. 5. Jesús Bendice y Parte el Pan. Jesús levantó entonces su vista al cielo y bendijo el alimento el cual principió a dividir, en porciones. Probablemente amontonó éstas cerca de su mano para que los discípulos pudiesen cogerlas, pero acerca de esto nada sabemos con certeza. Sabemos que los panes y los peces fueron multiplicados—multiplicados hasta que las multitudes fueron alimentadas y que sobraron doce canastos llenos por las partes divididas por Jesús, las cuales quedaron después de que la multitud había comido a toda su sa- tisfacción. Qué felices deben haber sido los discípulos al pasar por entre la multitud distribuyendo los alimentos, y qué llena de admiración y de felicidad debe haber estado la multitud. Nadie se retiró de aquella fiesta con hambre. La quietud sucedió al ruido y el reposo a la acción, y lo que en efecto está en el corazón de todo, hubo un cambio en la actividad de toda la multitud. La • presencia de Cristo está ante ella y ella la recibe, hasta que principia a surgir de entre las compañías sentadas la declaración de que en efecto le habían recibido y se decían los unos a los otros: “Éste verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.” 6. Admirándose del Obrador de Maravillas. La idea de aFmentar a cinco mil o más gentes en el desierto con cinco panes y dos poces, es admirable. ¿Tuvo esto lugar? Cuatro hombres dignos de confianza nos han ¿'-jado cuatro relaciones separadas escritas en tiempo distinto a gentes distintas, escrita cada una sin el conocimiento de la otra, teniendo cada una su propia peculiaridad, y sin embargo, conviniendo todas en el hecho de que Jesús hizo este milagro de poder y de misericordia. Los escépticos y los burlones de esta edad de ahundanc’a están frente a frente de este hecho. Pueden mofarse y afectar un aire de superioridad mental porque su vida mental está en comunión con los materialistas y los escépticos, pero no pueden formular ninguna teoría satisfactoria de sugestión hipnótica o de 'lusión mental. Cinco mil hombres hambrientos no podían imaginarse que habían sido alimentados. Jesús no tenía encantos ni signos que obrar sobre las gentes y hubiera sido el charlatán más grande que hubiera conocido el mundo, si no hubiera podido producir sobre las mentes de estos miles la impresión de que habían sido alimentados si en efecto no lo hubieran sido. No; nos encontramos con un hecho material, palpable, inequívoco e incontrovertible, atestiguado por Mateo, Marcos, Lucas y Juan y narrado por cada uno en detalle; un hecho que manifiesta el poder milagroso de Jesús. El escéptico, el mundano, el impío, el incrédu lo, lo mismo que todas las gentes buenas, están en la presencia de este hecho tan ciertamente como estamos en la presencia de cualquier gran hecho de la historia. 7. Loe Milagros y la Naturaleza. Pero alguien dice que este milagro contradice el curso de la naturaleza. No, no de la naturaleza, sino de la naturaleza únicamente como el escéptico la conoce. En efecto el escéptico nada contradice, sino que por el contrario extiende nuestro conocimiento. Juan Burroughs, el gran naturalista, dijo una vez en un discurso: “Como científico, no puedo admitir nada místico o trascendental en la naturaleza; mientras que por el contrario, la explicación final del hecho más ins’gnificante está lejos de nosotros. Sabemos ciertas cosas acerca de la afinidad química, por ejemplo, pero ¿rué es lo que constituye la afinidad química? ¿Por qué son tan locas ciertas substancias para encerrarse las unas en el abrazo de las otras? Pues esto es la afinidad química. ¿Pero qué es la afinidad química?.. Ciertas clases de estímulos químicos y fisiológicos hacen latir el corazón; pero.... ¿esclarece esto el misterio? ¿Por qué es este músculo y no otro susceptible a este estímulo? ¿Por qué es el corazón el corazón?” De esta manera nos trae Juan Burroughs al fin de todas las observaciones científicas materiales con interrogaciones. No podemos entender más de cómo se multiplica en el campo el grano de trigo de lo que podemos entender cómo multiplicó Jesús los panes y los peces. La una cosa necesita meses; la otra fué cuestión de unos cuantos segundos. ¿Estamos agradecidos por nuestro pan cotidiano? Cuando Lutero pasaba por un campo sembrado de trigo, se arrodilló y oró así: “No es sino un milagro, oh Señor, el cómo haces que la tierra produzca trigo. Padre, ayuda a tus hijos a recibir con gratitud el pan cotidiano.” 8. El Poder que Explica. Pero Jesús en este milagro manifiesta que él es el poder que explica los hechos fundamentales. El creó todas las cosas. El nos muestra al Padre (Juan 14:8-11). En efecto Dios es muy bondadoso con los desagrade-