Lección VIIL HERALDOS DEL REY Noviembre 24 de 1929. BOSQUEJO DE LA LECCION I A HISTORIA que vamos a estudiar, queridos niños, ilustra her-" mcsamente el amor que Dios tiene a todas las razas. Existía hace muchos muchos años una ciudad muy grande rodeada por inmensos muros que se llamaba Nínive. Sus habitantes no conocían al Dios verdadero y como eran ricos y guerreros se constituyeron en el azote de las naciones pequeñas. Los judíos deseaban la destrucción de los ninivitas, debido a que constantemente se veían amenazados por esta gente poderosa. Sucedió que, un día Dios llamó a Jonás, un profeta judío, para que fuera a Nínive y pregonara contra ella, porque Dios ya no podía resistir su maldad. Parece que este mensaje debería gustar mucho a Jonás; pero en lugar de obedecer a Dios huyó a Jo-ppe y estando un navio listo para partir a Tarsis, una ciudad muy distante del lugar a donde Dios lo había enviado, se embarcó para ir allá. ¿Pero saben lo que sucedió? Que Dios levantó una terrible tempestad en el mar y comprendiendo Jonás que su desobediencia era la causa, pidió a los marineros que lo arrojaran al agua. ¿Se moriría Jonás? Dios preparó un pez grande para que se lo tragara. Al tercer día de estar Jonás en el vientre del pez se arrepintió y oró a Dios y el pez por orden divina lo vomitó. Por segunda vez Dios le ordenó a Jonás que fuese a Nínive. Inmediatamente obedeció y tan pronto como llegó a la ciudad comenzó a pregonar: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” Y las gentes de Nínive creyeron al mensaje de Dios y se arrepintieron de sus pecados. El rey mismo en su trono dió muestras de arrepentimiento. Las gentes se afligieron tanto por causa de sus pecados que descuidaron dar de comer y beber a sus animales. Así que, las vacas mugían, los caballos relinchaban, los burros rebuznaban, los perros ladraban de pura hambre y sed, y la confusión era tal, que si uno de mis queridos lectores, hubiera ido a Nínive en esta ocasión se habría llenado de temor y sin duda que habría pensado que la ciudad estaba en- loquecida. ¿Perdonaría Dios a estas pobrecitas gentes? Sí, amados míos, Dios perdonó a los ninivitas, pero Jonás viendo que el enemigo de