rada^ alentadora del candidato, lo miraron fijamente como viendo en Ocaña a su última y definitiva esperanza. Hay agua y la tierra es fértil, pero como siempre falta el avio oportuno. En nuestro país no se ha terminado con la batalla del burocratismo y la deshonestidad. Entristece y sucumbe ante esta realidad cualquier hombre honrado. Una niña, símbolo del México nuevo, da la bienvenida al candidato en uno de estos lugares. Y el hombre se enternece, sufre íntimamente. Este no es el México que ha soñado, porque tal vez recuerda aquí su propia infancia campesina: el anchuroso y promisor, pero yerto campo; el pan que escasea, la esperanza alentando los corazones doloridos. Se enternece, sí. Y pocos somos los que adivinamos su grito interno. Este grito tremendo, el del candidato desconocido de quienes lo rodean, transforma o Ocaña en el Revolucionario lógico y vital. Se levanta de su asiento en la comida y se dirige solo, tan solo con mi mirada porque yo sé la que lleva en mente, lo que siente, lo que piensa y se sube al estrado: —"Deseo profundamente solicitarles su apoyo, su solidaridad —dice en su tremenda angustia que es un grito ya adivinable—, quiero que el pueblo me apoye para alcanzar la gubernafura de Sonora y de allí apoyar a todos los que tienen carencias; de allí invitar a la Unidad y al trabajo con el objeto de que unidos, como un solo hombre, laboremos incensantemente para lograr que el niño tenga escuela, el obrero casa y pan, el campesino cultura; que el que trabaja tenga casa digna y se alimente también de una manera normal". Es un qrito angustioso, sublime que floto en el ambiente. La gente deja la comida, la aleja y se pone atenta. Es un predicador que suelta la angustia encerrada desde sus tiempos de niño, de joven, de estudiante y profesional. Es el Samuel Ocaña hasta hoy desconocido y que ya presenta sus ángulos, sus perfiles, su digna y honesta postura. Después, ya sentado a mi derecha, se inclina para decirme: —"A la política hay que dignificarla, no hay que prostituirla. La lección de López Portillo es demasiado vivificante para dejarla por un lado". Ill LA GENTE SABE, INTUYE, que con Ocaña vendrá un cambio que ya se adivina. Pero un cambio que será como una brisa, que se introducirá por la piel y los sentidos, sin violencias, sin caminos tortuosos, sin dramas convulsionantes. Cuando fue alcalde de Navojoa, el hoy candidato que es dueño de hectárea y media de tierra, había formado con los campesinos fuentes productoras de trabajo, los alentó o mejorar sus viviendas, a cooperar con el esfuerzo propio para fundar aulas; enseñó a los hombres a amar lo que se hace con las propias manos y con el esfuerzo diario, los enseñó a respetar y a respetarse a ellos mismos. No es complicada lo mística de Ocaña; pero tesnpoco adivinable a simple vista. Hay algo muy profundo y volcánico en este acontecer de fuerzas convencionales que nunca llegan a encontrarse porque son manejadas con maestría e inspiración. La manera como habló a los empresarios de San Luis, es un ejemplo elocuente. Después de escuchar el ofrecimiento de la cena, hecha por la misma iniciativa privada de siempre, elegante, porfiriana, incambiable a los tiempos que ya exige» una mutación urgente. Ocaña los arengó, con TIEMPO DE B. C., Y SONORA — PAGINA 17 tono sereno, profundamente analítico: Hasta, ayer y hoy, dijo, —y sus palabras eran como notas pausadas, srn prisas— en inmensas jornadas.de trabajo, hemos podido observar con tristeza, el verdadero rostro de nuestra sociedad sonorense que también es el rostro de lo república". Y continuó, mientras que las voces se perdían, el silencio volvía a la elegante sala donde.se sirvió lo rico comilona: Hemos visto y hemos comprendido o familias que viven con decoro, con dignidad; pero hemos visto también a muchas familias en el atraso, la marginación y la miseria". Y mientras las palabras llegaban aún a los corazones más insensibles, el candidato prosiguió, lento, armoniosa, sentimentalmente sus palabras: —‘ Nos lastima y debe lastimarnos a todos esta realidad". La carne se había echado al asador Algunos semblantes cambiaron de gesto. La atención colectiva se agudizó. El candidato daba el toque más fundamenta a su primera clarinada social: —"Nosotros los médicos que por formación familiar y por formación en nuestras escuelas de medicina nos conformaron una mentalidad especial para luego incorporarnos a la comunidad para que, en el tratamiento con nuestros pacientes, ayudáramos a orientar, paro aconsejar, para sugerir, para cuidar y curar. Es decir, se preparó a los médicos para servir con honestidad, con ética, alta moral y con respeto a nuestro prójimo, al que prometimos ofrendarle respeto, amor y cariño". Palabras más bellas y realísticas no pueden presentarse en este mundo de negaciones. Pero estas frases fueron fuetazos terribles en los rostros de los simuladores de siempre. — ‘Hoy hemos observado —y se refería o las misérrimas comunidades de San Luis indudablemente, que conmocionaron con su miseria al propio Ocaña— contrastes lastimosos; por lo que todos los trabajadores, los obreros, los campesinos, la clase media, los empleados, los estudiantes, los inversionistas, el gobierno, TODOS, tenemos la obligación, la urgente obligación, de aliarnos para trascender y remediar estas lamentables realidades.." Y luego, algo que de ninguna manera debemos abandonar: —"Muchas familias desamparadas están esperando nuestro apoyo y solidaridad. Yo los convoco o todos, hago un llamamiento urgente a sus sentimientos y a la propia conciencia para qüe hagamos esta alianza mediante la armazón de programas y planes concretos, fuertes, para cambiar este rostro de nuestra comunidad". Las palabras de Samuel Ocoña, dirigidas a los empresarios de San Luis, demuestran un hecho irreductible: Que Sonora se encuentra ya ante la presencia de un hombre nuevo, vital, que llama al urgente cambio de estructuras. La voz es de la verdad. No tendremos la culpa si hay sordos que no quieren escucharla. Recuerdo ahora Jas palabras del viejo León, Herminio Ahumada, cuando me dijo, entre malas palabras y verdades de a libra: —"Ocaña es un hombre limpio, es un joven honesto y talentoso, con ideas firmes y definidas, con una estructura'de conductor indiscutible: ¿Qué más quieren los sonorenses?". ¡Sí! ¿Qué más queremos? Y HASTA LA PROXIMA SEMANA EN OTRO "TIEMPO". UNA LENGUA A LA AHUMADA: pues un plato de lengua con dos huevos**. Por Carlos MONCADA ¡A l VIENE HERMINIO AHUMADA! HE AQUI UN hermoso título de corrido. Debieran hacérselo a este hombre que llena con su recia figura el hueco de lo puerta de la cafetería, otea a uno y otro lodo en busca de nosotros y avanza luego con paso lento pero ademán soberbio todavía, orgulloso de sus ochenta años grabados con fuego en lo cera de la historia. Herminio Ahumada viste de negro, taladra con sus ojillos que han visto tantos cosas, y sacude su melena blanco de león viejo mientras recuerda entre frases poéticas y malas palabras las mejores páginas de su vida. Pasan a nuestro lado jóvenes ignorantes de Que a la garro de este político se debe la existencia de la Universidad de Sonora, y acelerados políticos que no reconocen en nuestro compañero de mesa al sonoren se que hizo estremecer la Cámara de Diputados y cim-orar al país, al Contestar ei iniurme aei rresiuenre ae ia ixepuonca con una seca y ruaa relación ae males que roaavia- nos agooion: la existencia ae un partiuo único, ei manipuleo ae iu ciausuia ae exclusion, ei pistolerismo, io corrupción, ei rrauae eietioroi.... nermimo nnumoaa ooor-ao la triouna aquel primero ae sepílemete y rormuiu una- aura critica contra ios rraaicionaies vicios ae io política mexicana, elegante en el proemio, punzante en el ataque, muenas unas fueron aegiutiaas por los nerviosos y muenos somnolien-tos aespertaron alarmados de su modorra. Manuel Avila Camocho, Presidente de Mexico, permanecía impasible. —¿Y es verdad que usted salió corriendo de la Cámara? —N'hombre, ¿corriendo? Salí con calma y eso que Fernando Amilpa, que en paz descanse a pesar de todo, sacó la pistola y me la puso en la panza. (Dispara, jijo de lo tal!, le dije, y le di un manotazo para que se quitara de entrente y seguí caminando. Aunque hubiera querido correr, no hubiera podido: ¡Había tanta gente! —¿Le habían revisado el discurso?