REVISTA MEXICANA Semanario Ilustrado Entered ■» eecond che» matter, October 25, 1915 at the Post Office of See Antonio, Texas, under the Act. of March 3, 1879 Afto IL San Antonio, Texas, 9 de Abril de 1916. Número 31. Una Solución Aceptable El Gobierno de los Estados Unidos ha empezado a pensar seriamente en poner fin a la expedición punitiva en contra del bandolero Francisco Villa. Este sería un acto cuerdo que ayudaría a solucionar satisfactoriamente el intrincado problema mexicano. Después de veinticuatro días de operaciones militares, se han registrado únicamente dos escaramuzas, en las cuales se han ocasionado sesenta bajas a las guerrillas vi-llistas. El bandolero se ha escapado, y aunque algunos jefes carrancistas lo suponen herido y en el Distrito de Guerrero, otros creen que se encuentra en las cercanías de Parral, próximo a unirse con las tropas revolucionarias de Canuto Reyes. Si el objeto de la expedición norteamericana fue la captura material de Francisco Villa, la retirada de las tropas significaría un fracaso completo; pero si, por lo contrario, no tuvo más finalidad que inflingir una dura represalia a los asaltantes de Columbus, entonces las escaramuzas dirigidas por los Coroneles Dodd y Brown, y la dispersión villista en Guerrero y Namiquipa, pueden dejar satisfecho el orgullo de los Estados Unidos, y autorizar el regreso de la columna expedicionaria. Esta últtima solución sería la más satisfactoria para México y para los Estados Unidos. Para México, porque lo libraría del bochorno inevitable de tener tropas extrañas dentro de su territorio; y para los Estados Unidos, porque los alejaría de multitud de complicaciones y dificultades, en una empresa que no puede reportarle ventajas comerciales ni tampoco de gloria. A medida que Villa se vaya internando en las montañas que han protegido sus crímenes por veinte años, irá siendo más difícil la empresa de aprehenderlo. Se necesitaría duplicar por lo menos el efectivo de la expedición punitiva, y disponer libremente de los ferrocarriles y carreteras, para mantener un continuo contacto con las fuentes de abastecimiento. Y bien, cada paso que se diera, despertaría la suspicacia del pueblo, y hasta podría ser origen de dificultades con los mismos carrancistas, que hoy son fieles aliados de las tropas norteamericanas. Así deben de haberlo comprendido las Secretarías de Estado y Guerra, desde el momento en que han planteado la duración y el carácter concreto de la expedición punitiva, para exponer las intenciones definitivas y los proyectos últimos del Gobierno norteamericano. Si, como lo esperamos, se resolviese llamar al Ejército del General Pershing, declarando que la finalidad de la expedición queda satisfecha con las últimas acciones de guerra en que fueron dispersados los villistas, México dejaría de tener enfrente una preocupación internacional y solucionaría rápidamente el problema de su anarquía interior.. Si, por lo contrario, se hace depender el honor de los Estados Unidos, de la captura de Francisco Villa, entonces esta nación debe X hacer los preparativos militares y económicos de una larga campaña llena de sorpresas y de complicaciones, ligada con infinidad de accidentes y sujeta a un periodo larguísimo de tiempo. Ese hecho vendría a significar que el pueblo de los Estados Unidos se veía arrojado a todos los horrores de la guerra nada más que por el hecho aislado de un bandolero, lo que no se compadece ni con la magnitud ni con la dignidad de una nación orgullosa de su fuerza como los Estados Unidos, así que esa posición es inaceptable para los mismos norteamericanos. Además, al desaparecer el peligro villista, puede surgir el peligro carrancista. Don Venustiano es capaz de todo, por seguir en el poder. Y en estos momentos, en que se ve su moneda enteramente depreciada, su cgusa completamente perdida, sus generales vacilantes, el odio del pueblo creciente, y la Revolución del sur alzándose como un fantasma arrollador e incontrastable, nada difícil sería que aprovechara el menor incidente para oponerse al Ejército del General Pershing, y buscase en un conflicto internacional, el amor popular que tanta falta le hace para continuar en pie. Ya lo hemos visto, lo estamos viendo. Dio permiso para que las tropas extrañas se internaran en México, y exigió que no acampasen ni se acuartelasen en las ciudades es decir, entregó lo principal, y dejó pendientes cuestiones pequeñas y fútiles, que mañana le pueden servir para generar una complicación en provecho personal. ¡Como si el honor de la Patria radicase en las manzanas céntricas de las poblaciones o en los rieles de un ferrocarril! Para evitar dificultades posteriores, para eludir una larga campaña y para reconquistar la confianza del pueblo mexicano, lo más prudente y lo más justo es ponerle fin a la expedición punitiva. Las Secretarias de Estado y de Guerra del Gobierno norteamericano, al reconsiderar este asunto, y al fijar definitivamente su duración, deben tener en cuenta todas las dificultades y peligros que entraña la continuación de un estado anormal, y se decidirán, sin duda, por la única solución que satisface a todas las conciencias y respeta los fueros santos del honor y de la justicia. La conciencia del Primer Jefe lo acusa: sus periódicos han ocultado la verdad de los acontecimientos a los habitantes de la República. Esta conducta prueba que, a pesar de todo, es penoso para una nación sufrir lo que México sufre y como ese dolor proviene de la incapacidad de Don Venustiano para llevar a término los asuntos de México, sin la ayuda material de los Estados Unidos, dentro del mismo territorio, el retiro de las tropas produciría en México el alivio de no sentir por mano extraña las consecuencias de los actos de demencia y de crimen de sus malos hijos. El Gobierno de Washington quedaría satisfeecho D. Venustiano en el sitio que le corresponde, Villa castigado y México en posibilidad de acabar de reconocer sus errores y de librarse de los que han desatado sobre él todas estas calamidades.