Q A T) A I For JULIO a/Ylx/\l LEMAITRE Sarai, de Cafarnaum, es hija de Jonas, patrón ¿le barca, y hermana de Simón y de Andrés. Jonás tegia por amigo y por vecino al pescador Ze-bedeo, marido de Salome y padre de Santiago y de Juan. Sarai era hermosa y sensible. De niña había jugado al borde del lago con Juan, que era apacible y de rostro agradable. Ya más grande, iba todos los días en casa de la buerfa Salomé y trabajaba junto a ella remedando las redes o los vestidos de sus hermanos. Cuando tuvo diez y siete años, conoció que amaba a Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé; y como la trataba con amistad, creyó que era amada por él y que pronto la pediría en matrimonio. Fue entonces cuando se comenzó a hablar en el país, de un joven profeta que recorría la Galilea anunciando el reino de Dios. “Entonces, dice el Evangelio, como Jesus marchara a lo largo del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón y Andrés, que echaban sus redes al mar. Les dijo: “Seguidme, y os haré pescadores de hombres.” Al puntó dejaron sus redes y lo siguieron. De allí, habiendo ido más lejos, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, que estaban en una barca con Zebedeo, su padre, y que remendaban sus redes. Los llamó y al punto dejaron su barca y a su padre, y lo siguieron.” Zebedeo, volviendo a su casa por la noche, le contó esas cosas a su mujer. Agregó que cuando Jesús hablaba, nadie podía resistirlo. Sarai, que estaba allí, no se atrevió a decir nada, pues Juan no tenia compromiso con ella, pero en cuanto estuvo sola, lloró. * * ♦ Dos semanas después, Juan y sus compañeros volvieron a la casa. Traían a Jesús con ellos. Jesús habló, y Zebedeo y Salomé creyeron en él, y todos estaban embargados por una emoción inexpresable. Pero Sarai no se conmovió, pues pensaba que aquel profeta le habia robado a aquel a quien amaba. Juan continuó tratándola con dulzura, pero sin notar su palidez y la tristeza de sus ojos. Para agasajar a Jesús, hubo en casa de Zebedeo una comida a la que fueron invitados los vecinos. Sarai ayudó a Salomé a servir a los convidados y vio que Juan era el amigo preferido del profeta y comprendió que sin duda ya nunca le pertenecería. Tanto temblab-, que dejó caer un plato, que se rompió derramando en tierra su contenido. Jesús intervino para que no fuese regañada. Pero ella no tuvo ánimo para darle gracias. El mismo día Jesús fue a buscarla al reducto donde lavaba los platos y le dijo: —Hija, mía, ¿por qué estás turbada en tu corazón? Y ella se fue sin mirarlo ni responderle. Juan permaneció algunas semanas, en Cafarnaum, trabajando en su oficio de pescador, a fin de juntar algún dinero para un nuevo viaje. Sarai iba siempre a coser a casa de Salomé. Estaba tan triste, que por fin la anciana se dió cuenta y le dijo: —¿Cómo se puede estar triste cuando se conoce la buena nueva y se cree en el advenimiento del reino de Dios? . La joven pensó: —Mi reino de Dios era cuando Juan me amaba, y mi buena nueva sería una tic: na palabra de su boca. El día en que Juan partió de nuevo para reunirse con Jesús, no tuvo ya fuerza de ocultar su mal. Corrió en pos de Juan y lo alcanzó en el puerto.