Wrítiíiiii
MODELO DE TRAJE DE OTOÑO



I/Os tres modelos de sombreros de bolsas de mano etc. este grabado son verdaderamente de entretiempo: están hechos en los colores blanco y negro que tanto se llevan hoy no solo en los sombreros .si99._también en los trajes.. sQiqbrillas.
Estos tres múdelos resolverán cl prybk-ma de la dama que comprende que es demasiado tarde para comprar un somLrSru de verano y muy pronto para elegir uno de invierno.
LA MODA Y LA GUERRA.
Por
Enrique GOMEZ CARRILLO.
XXX
Las damas extranjeras de los Cam pos Eliseos, que no se sienten con vo ración de enfermeras dé la Cruz Roja. acaban de descubrir, ayudadas por la coquetería, un medio de hacerse útiles a Paris. “Puesto que las pobres modistillas tienen ahora que vender periódicos por la calle para no mo rirsc de hambre—han dicho—hagamos qi:c los latieres vuelvan a abrir sus puertas.” Y como lo que “femme veut Dieu le veut." en el acto las grandes “maisons" de ¡a rué de la Paix. de la rue Aubert, de la rué Royale, han anunciado que la moda vuelve a ocu- . par sus fi ertcs posiciones en la inmen sa "irovi'ización del trabajo parisiense. El momento por lo demás, es tentador para los inventores <lc novedades suntuarias. Inspirándose en las banderas que aletean bajo el sol y en los uniformes que alegran las calles;
DouceL Jas .JJarthe Wingrove, deben ya idear gentiles ata vios que den a la silueta femenina un garbo marcial.
—Yo sueño—dice una princesa ru sa—en un traje que pueda 1-amarse “victoria.”
Y con un sentido algo oriental de la elegancia, habla de solapas tricolores para el corpino, de franjas encarnadas para la falda de plumas marciales para el tricornio, de bandas de oro para la cintura.
Sin llegar a exaltaciones estéticas que hacen pensar en las coronelas honorarias de los regimientos prin cipescos de Austria y de Prusia. los discretos maestros de la costura bus-cah sin duda, en arreglos sencillos y sabios, algo que sea militar sin dejar de ser femenino, que haga sonreír sin hacer reír, que conserve, en fin, un sello de parisienismo v que al mismo tiempo tenga un ligero aspecto heroico. (’.racial a la	nvrvi<-<a dv
la mujer contemporánea y gracias también a la costumbre del traje sastre! da' metamorfosis-no—será difícil. Esbeltas, ligeras, airosas, las lindas ___; cosmopolitas llevarán las nuevas “toi Jet tés” con garbo ajeno a toda molicie voluptuosa.
En tiempo de la gran revolución, cuando los soldados sin camisa corrían hacia las fronteras para libertar a los pueblos oprimidos, las damas de París, después de despojarse de sus joyas en favor de la patria y de jurar que no pensarían en sus adornos míen tras Europa no se hubiese convertidlo en una v^sta República, sintieron, de pronto, en\ medio del delirio nacional de sacrifiqio, la necesidad de vestirse conforme al gusto del momento. Una ráfaga de entusiasmo llevóse una noche todos los velos ob* euros de los primeros dias del Terror. Y al amanecer de un día feliz entre los dias. las más fantásticas combinaciones de trapos convirtieron a París en una mascarada. “Esta señora—dice Goncourt—está vestida a lo patriota con su casaca nacional, su cuello alto es-