40 EL ATENEO — REVISTA ESTUDIANTIL pupilas blancas y lechosas permanecen fijas en el infinito.- Padre, dijo Marta acariciando al viejo, aquí está Rafael a vernos y lo he invitado a cenar; bienvenido, Rafael, dijo el ciego, siéntate a mi lado y conversemos mientras Marta enciende las luces y prepara la cena.- Rafael estrechó la mano del viejo y se sentó a su lado diciéndole: como con motivo de la siega se me hizo muy tarde, me iba a pasar de largo para mi chosa, yesperaba en terminando la cosecha, que será mañana enterarme de todo y rendirle a Ud. cuentas; pero, Marta me llamó al pasar y.... en esto sale del interior de la casa la voz de Marta que los llama a la mesa. Se sientan en torno de una mesita de encino sin pintar que cubría un mantel muy sencillo y limpio, alumbrados por dos cabos de vela, entre risas y conversaciones se desliza alegremente la sencilla cena. Era Don Antonio de Hoyos uno de los campesinos más queridos en la Aldea; a los dos años de casado, siendo capatáz de una mina y habiendo reventado un polvorín en uno de los socabones que se inundaban de agua, le tocó a él ser una de las víctimas, quedando a consecuencia de ello ciego y con algunas cicatrices en el cuerpo, teniendo la más profunda en el centrode la frente la cual se tornaba roja cuando recibía una fuerte impresión o pasaba algún enojo; habiéndole pagado la Cía. Minera una pequeña indemnización por los perjuicios que le ocurrieran, se vino a refugiar a la apacible y risueña aldea que los campesinos habían bautizado con el nombre de “San José**, ahí compró una casita y no lejos de ella un pedazo de terreno fecundo que encomendaba su cultivo a Rafael Samaniego, huérfano de padre y madre y sin conocérsele a punto cierto ningún pariente o allegado, muchacho honrado y trabajador que había captado todas las simpatías y confianza de Don Antonio.-Habiendo sido Marta el único fruto de su matrimonio, llevaban entonces cinco años de casados, cuando murió su mujer y Marta fué para él la luz de sus ojos apagados y su angel bueno que lo llenaba de caricias y que con su alegría disipaba sus pensamientos tristes; Marta, que entonces contaba 17 años, era una aldeana sana y rolliza, de tes blanca y delicada excepto sus pequeñas manos que traficaban constantemente en los trabajos domésticos estaban un poco maltratadas y sucias, pero no por eso desmercían en su pequenez y finura, su rubio cabello largo y en dos trenzas arrolladas a la espalda, armonizaban con sus grandes ojos negros y su piel muy blanca; era muy bondadosa y caritativa y a la vez que ingé-nua y soñadora tenía un carácter ardiente y bullicioso que agradaba a todos los vecinos de la Aldea.- Rafael, que hacía ocho años que trabajaba para el padre de Marta, éste, en cambio de su rectitud y constansia lo quería como a un hijo pero muy al contrario del carácter de Marta, Rafael tenía un temperamento apasible y tímido. él la amaba jocamente pero su cortedad y apocamiento no había dado lugar al amor estrecho entre ellos; ella se dejaba querer, y la primera vez que lo notó se lo dijo a su padre que se alegró, moviendo ligeramente las pupilas que siempre permanecieron fijas en la nada; luego atrayendo a su hija la sentó en sus rodillas diciendole y tu Marta ¿le quieres?, Yo....dijo ella distraídamente, claro que sí; estoy contento porque Rafael será un esposo modelo que cuidará y velará de tí cuando yo muera .... pero, Padre si él no me ha dicho nunca que seré su esposa - no apures por eso hija mía, el amor es como un cerillo que guardado en la caja no brota llama, pero cuando se frota se hace luz que dura poco, cual la vida, pero más poco durará aún si se le sopla.- La pequeña Aldea de “San José” que se componía de cinco o seis callejuelas angostas y torcidas que iban a desembocar en el centro en un jardincito sembrado de enormes chabacanos que daban sombra a multitud de rosales plantados en todos los arriates, formando en los diferentes corredurcitos las enormes copas de los árboles una larga vóbeda tamisada de florecíllas. Abarcaba uno de los lados del jardín, la pequeña parroquia de la aldea, estando a su frente y costados fincados por pequeñas casitas blancas y alineadas, entre las cuales se destacaba una que en construcción y tamaño era superior a las demás, pertenecía aquella al Marquez Don Alfonso de Pineda, de una rancia familia española residente en Sevilla, había emigrado con su familia a México a había venido a pasar a la ignorada aldea de “San José” en la que compró algunos terrenos de temporal y la solariega casa, la que abandonaron a los pocos años de vivir en ella, para trasladarse a la Ciudad en la que recibía educación Eduardo de Pineda, único hijo del marquez, y que allá de cuando en cuando terminado el curso venía a pasar vacaciones a la abandonada casa que estaba desde entonces al cuidado de un viejo y su mujer que habían servido mucho tiempo en la familia.- Era la tarde de un 18 de marzo, víspera en que debía festejarse la fiesta acostumbrada de cada año por los campesinos el día de San José;-en la casa del marquez se veía extraño moví--miento de gente que acondicionaba la finca pararecibir a alguien, poco después, un coche paróse a la puerta y descendió de él un joven que venía con su criado, bajaron sus maletas y equipaje y después de haber estado buén rato en la casa “LA VALENCIANA” ES LA PREFERIDA -