PAGINA DOS “LA MATRACA” Miércoles 23 de febrero de 1938. CUENTOS Y NOVELAS BREVES LA ROMANTICA Dedicado afectuosamente a las que se forjan castillos en ei aire Por Ricardo Wilkinson. A pesar de sus años .Paula Mari1 a seguía siendo tan romántica como en los primeros años de su adolescencia. Su ma ndo, Rafael, no alimentaba mu cho ese romanticismo. Pero ella lo seguía cultivando en su cerebro. Paula se procuraba entreten! nüenio en el club donde se reu- nia con mujeres de su misma bién ella sabia inspirar deseo edad, hembras casadas que e- ; en los hombres, aunque éstos chaban de menos lo mismo que : fueran mucho más jóvenes que le faltaba a ella y buscaban le ella. que Paulina buscaba también. | Porque se trataba de Pedro Allí jugaban al “bridge” y mui > Velasco, un muchacho nertene muraban de todo, peleando valientemente contra los estragos de los años que llevaban triste za a sus corazones. Y se contaban unas a otras como todavia encendían el interés de éste o el otro individuo que se cruzaba por sus vidas. z —No puedo comprender lo que quiere— decía Paula a sus amigas.— Es la tercera vez que ha tratado de verme. Y tío quiso dejarme un mensaje por me ' diación de Ana, la doncella Ayer, ai notar que habla visita en casa, se fue inmediata- La ‘Debilidad’dg Pablo Guardiola Los diputados coahuilen-ses que fueron a México ha ce días, así como otras personas de Saltillo, concurrieron a una exhibición de danza clásica, en la que internacionalmente famosos bailarines, bordaban con sus pies y con sus cuerpos la magia de la música a-rrancada a la inspiración de un genio. (Con otra “ti rada" de éstas, Iteigó a la ex-Real que limpia, fija y da esplendor.) Sin embargo uno de los nuestros no encontró aque lio muy de su agrado y se rrkiró, diciendo: —Esto estará muy bonito, pero para apreciarlo, só lo nuestro diputado Pablo Guardiola. Tiene debilidad por lo clásico. Como que ya aprendió “La Panchita” y “Estás como Rifle”. mente. como si temiera ser de-cubierto. Paula miraba las caras alien tras hablaba, para observar el efecto que producía su relato Había pasado de la cuarentena, y a pesar de sus magníficos cor sets y todos los artificios que empleaba en su arreglo, los a-ños se le salían por debajo de la ropa. Pero era necesario que ' sus amigas supieran que tam- cíente a una de las mejores y más viejas familias de la pobla ción, quien había sido considerado poco menos que desde la infancia como una pesca muy digna de realizar. El muchacho había hecho tres misteriosas vi ritas a la casa de Paula C'uran te la semana pasada, querien do verla en privado y rehusando divulgar el motivo de su pretensión. Era verdad que el muchacho tenia fama de bobalicón, pero do todas maneras se trataba dé un joven guapo, con una buena figura. Y Paula no podía evi lar sentirse romántica acerca idel incidente. —En tu lugar,— le dijo Ber-I ta con su poquito de sarcasmo : - lo vería y le preguntaría qué lo que quiere... Paula no la dejó terminar: —¿Y si me hace el amor? Toco el mundo sabe que ese muchacho no está en sus cabales. Discutieron entre todas el caso y aquella noche, cuando Paula retornó a su hogar, lo hi zo después de haber pasado en el club su mejor tarde en los doce años que hacía que lo frecuentaba. El Periódico de losirabajadores enGoah. es ADELANTE Pídalo y se lo enviaremos Gratis Feo. 1. Madero 571 Saltillo» Coah. Al siguiente día Pedro Velas co vino a verla otra vez. Paula había salido, pero Ana le trans mitió ei mensaje. —Dice que tiene que verla a usted personalmente, y me encargó que le dijera que volvería mañana. Paula estaba encantada. Y la ultima que le hacia temer grar ró una atrevida decisión: se lo contaría a Rafael, a su marido. Naturalmente, se lo contaría de una manera que le diera la impresión de que Pedro la quería enamorar. Aquello era un triunfo sobre su viejo y des ' preocupado consorte, que le ha-i cía en ocasiones el mismo caso I que a un mueble viejo al que ! estaba acostumbrado. I Después de la comida, aoue-lia noche, cuando su marido se había puesto las zapatillas y se ' había sentado cómodamente a leer el perióclico al calor de la I chimenea. Paula le contó toda la historia, desde la primera e inesperada visita, que apenas si t le causó curiosidad, hasta esta ' última que le hacia tener gran demente acerca de sus propósitos. Al principio Rafael no le ; estaba prestando mucha aten- • cien al cuento que le estaba diciendo su mujer, ñero confnr me el relato avanzaba, su interés se fué haciendo mayor, y a; fin Paula pudo notar, con la consiguiente alegría, que incluso estaba alarmado. —¿No crees que seria lo me jor— le dijo Paula a su marido— que llamara a la madre de Pedro y le pidiera una explicación de la rara actuación de su hijo?... —Me parece lo mejor—le respondió Rafael.—Llámala en seguida y que el asunto no pase adelante. La satisfacción de Paula iba en aumento, y apenas si podía disimularlo en la voz. Y le hubiera gustado posponer todo lo posible la llamada a la señora Velasco, por miedo a que el en canto se rompi-.ra de algún mono. A la mañana siguiente Paula, bravamente, se encaminó al teléfono y llamó el número de la señora Velasco. —Señora, — le dijo después de las salutaciones de rigor —la he llamado para informarle de algo que me esta ocurriendo con su hijo Pedro. Ha estado varias veces en casa preguntan do por mi. Ayer yo había salido y éi... —Perdónelo —le interrumpió la señora Veiasco.—Para ver si se distraía le permitimos que se pusiera a vender un tónico" pa ra la piel procedente de una ca sa de Boston. Pero ha estado molestando tanto a nuestras amistades, que le he exigido que abandone el trabajo. Usted sabe que Pedro no está bien del cerebro... —Un vendedor¡—repetía medio aterrorizada... Durante largo tiempo Paula Martin no volvió por el club Mejor Vamos ai Gaballito... En fecha reciente hieie ron viaje a la capital mexicana, los diputados a nuestra desmolada Legislatura, don Joaquín Cardona y don Luis de la Fuente el ingeniero. Quisieron aprovechar bien el tiempo y dedicaron parte de él a visitar los sitios más intriresantes, tanto de la ciu dad como de los alrededo res, llegando en una de sus correrías, al celebérrimo Convento de Tepotzotlán. El diputado Cardona Se-embebió en la contemplación de esa joya de la arquitectura y trató de que o-tro tanto hiciera el ingenie ro De la Fuente, de quien obtuvo esta respuesta: —Mejor vamos al “Caballito", — o sea la estatua ecuestre de Carlos IV.