148 REVISTA EVANGELICA Marzo personas de mal nombre o cuyos medios de vida no sean ejemplares; parecerá que se pierde dinero; pero se ganará más mí-ralmente. Estoy convencido de que no es necesario exprimir los bolsillos de los fieles para aumentar las contribuciones. El dinero para el sostén pastoral y el sostén propio han de surgir como genuino fruto del espíritu eristano de liberalidad. El Sostenimiento Propio Es Una Suprema Necesidad. Para La Vida Y Desarrollo De Nuestras Iglesias Primeramente: Porque contribuirá a formar en ellas un carácter sólido y entero como iglesias evangélicas capacitándolas asi, para la función honrosa que como agente reformador está llamada a desempeñar en nuestra sociedad. Como el individuo que depende de otro no podrá nunca obrar por su cuenta propia con entera libertad, ni podrá esperar que se le reconozca autoridad alguna, de la misma manera tiene que ocurrir y está ocurriendo con nuestras iglesias. Nuestras iglesias tienen que sentir la necesidad de actuar como fuerzas vivas, peu que, para conseguirlo, es indispensable que se muestren como cuerpos con vida propia, que no subsisten por el dinero del Board de Misiones. Deben ir sintiendo ya, que no es digno, cuando pueden sostener sus propios gastos seguir sostenidas como si fueran tan pobres de recuses y como si no comprendieran el valor moral de sus respón-sibilidades en cuanto a su soste nimiento propio. La ausencia del sostenimiento propio en una congregación es índice de jaita de vida espiritual, o todavía está en los primeros años de su infancia. Llamaré la atención a una ilustración tomada de una de las más perfectas instituciones de Dios en el mundo; esto es, la situación de los hijos en el seno de las familias. En efecto, los padres han sido puestos por Dios para subvenir a los gastos que sus hijos ocasionan durante su infancia, cuando su debilidad hará imposible que vivan bajo otras condiciones. Pero en la vida de cada niño llega el momento cuando ya es capaz de afrontar el problema de su propio sostén, del que depende la felicidad de su propia vida y la de sus semejantes que han de convivir con él. Vemos pues, que comparando a las iglesias con las familias, las iglesias deben procurar afrontar este problema del sostenimiento propio de la mejor manera posible que no se debe cometer el suicidio moral de pretender vivir siempre a expensas de los hermanos que sostienen las iglesias. Mientras no exista el sostenimiento propio en nuestras iglesias, no habrá gobierno propio, esto es, no seremos bautistas de hecho. Las iglesias, como los indi-vidos, no se independizan del tu-telaje hasta que son capaces de atender a sus propias necesidades. Como en algunas iglesias surgen dificultades y problemas en cuanto al sostenimiento propio a causa de la inconstancia de sus contribuyentes que no cumplen sus compromisos, y siendo un de-