. DE LA RELIGION. 119 - de los ministros que envía para que la prediquen en todos la duracion’de él. Según esta inteligencia del Evangelio dé hoy es una linda miniatura de todos los siglos, que abrazando con esactitnd todas las edades del mundo racional, pinta con toda distinción y claridad lo quéñff tbdas ha sucedido con respecto á la verdad católica. Así piensa el grande San Gregorio. Según él, el padre de familias á quien sé asemeja el reino detts’iíielos, es Dios, y el reinó de los cielos cüya semejanza va á espresar la patiSícte^és la' Iglesia católica que émpezó’ eñ el paráiso y no acabará hasta el fiwSJtds siglos. El padre de familias-Dios, salió, pues,'muy de mañana, porqué, féliz consigo mismo de toda la eternidad, salió en cierto modo de sí cuando:®'éí'jifincipio de la creación empezó sus operaciones ad entra, como dicen íds teólogos, ú obró fuera de sí mismo. Pero como sumamente bueno, todo lo queíiizópa-ra qué participase"de su felicidad, y sobretodo haciendo el hombre lo ordeñó á la eterna bienaventuranza, que debia conseguir por la práctica de las virtudes. Fúé, pues, el género humano su viña, y como no era regular que el Señor la cultivase por sus manos buscó desde luego operarios, que llevar á la viña suya. Encontrólos en los-patriarcas con quienes hizo el convenio y á quienes mandó á trabajar. Efectivamente, estos grandes hombres node-rosos en obras y palabras, ptófétizarqif .hááta con sus acciones, como dice S. Agustin,‘cultivaron la heredad dél Señor predicando la verdad católica que pór la frádicíóñ habia’n técibido^-y trasmitiéndola á los-que les súcedian. Petó él‘ sol dé' las pasiones desecaba cada vez mas los eorazones humanos, y como los patriarcas eran pocos salió otra vez el-Padre de familias cerca de la hora de tercia, y vió á otros que estaban ociosos en la plaza, y les dijó, id también vosotros y os daré lo que fuere justo. Fué cuando la ley escrita; los profetas, hombres ya provectos, se hallaban en la plaza del mundo; esto es, llamaban la atención de todos por sus virtudes y su santa vida, pero estaban ociosos porque solo aprovechaban á sí mismos, y viniendo sobre ellos el espíritu dé Dios qué los inflamaba y hacia predicar, los enviaba á trabajar en lá viña cón la promesa de que recibirian el galardón á que se hiciesen acredo-res. Animados cón esta oferta marcharon; pero elúnundo se estendió. los pueblos dividós'se llenaron de errores; pero ni éstos ni el pueblo judío que se habia multiplicado dejaron de ser la viña de Dios. Fué, pues, preciso multiplicar los operarios, y he ahí que otra' vez salió el Padre de familias cerca de las horas de sestáy ñónd é 'hizo lo mismo. Continua la sucesión de los profetas, dió á los gentiles úna especie de apóstoles en sus filósofos y sibilas, y mientras éstos y todps«ló8 anteriores trabajaban llegó la hora undécima. Las necesidades de la vina cfécihn, y el Señor su dueño volvió a salir por medio de su Verbo que se hizo hombre y habitó entre nosotros, y halló & otros operarios y les dijo: ¿por q^fsiais aquí parados todo el dial Los apóstoles, hombres dispuestos por Díbs a poner la mano en el azadón, solo necesitaban de quien los invitase á trabajar según la buena voluntad que el Señor crió en ellos, hubieran podido responder: Porque nadie noSha llamado al trabajo. Asíes qué no bien les diceeÍSeñor,idtámbienvosótros'ú mi viña,qae la mies es mucha y los operarios pocos cuando se ponen á trabajar, y si bien no han empezado con el dia, perseverarán trabajando hasta el firi de él, y ora sea su mayor afan, ora el trabajo sea de mas m érito, elPa-’ dre de familias, que es justo, á todos los iguala eh el premio. Lá bienaventuranza eterna se concedé'igualmente á los unos que á los otros, y si bien los