LA LEYENDA DE LA REINA BUENA. Cuentos de la Reina de Rumania. Existía en un tiempo una reina buena. Deseaba ésta calmar todos los sufrimientos que que veía sobre la tierra. No obstante, ctanto más bien hacia parecíale que la miseria se multi-.plicaba. Sus recursos no bastaban para, pobreza tan grande; sus palabras no tenían la virtud de librar del peso de su dolor a los pobres, ni su mano sabia curar todas las enfermedades. Pensó sin embargo, que Dios, que ev la bondad misma, no podia querer un mundo tan defectuoso, y que, si únicamente los hombres se avenian a tomarlo como era, no dejarían de llegar a ser felices. Entonces se dirigió a la iglesia y elevó una plegaria, de la cual desconocía en aquel instante el alcance y el atrevimiento. Oraba, como tantos otros, en su demencia, sin saber, al fin y al cabo, si sus ruegos serian escuchados. Y decia: “¡Dios bondadoso, haced que si encuentro a uno qué sufre, le convierta en dichoso con mi sola mirada, aun cuando caigan sobre mí sus dolores!" Salió con el corazón oprimido, preguntándose si Dios la habría escuchado. Dios muchas veces parece que es sordo a nuestras oraciones. Pero el mismb dia comprendió la reina que habia sido oida. En efecto, encontró a un muchacho que, tendido en su carrito, no había podido nunca dar un paso. Desde mucho tiempo le conocía ya la reina, y él la amaba con todas las fuerzas de su alma. Como de costumbre, se acercó a él, tomó su mano tierna con la suya, y con voz dulce le habló de una pronta curación. Los ojos del niño se agrandaban poco a poco. Sintió la reina que, gracias a su mirada, aquel muchacho recobraba todo SÚ vigor, y que un cansancio desconocido la rendía. De pronto, el niño se tornó alegre. —Creo que puedo andar—dijo como en un sueño; levantóse sobre su lecho de dolor, y se puso a caminar, cual si jamás hubiese estado paralitico. La reina selló su contento con una sonrisa de cansancio; volvió a su palacio, cayó en cama, y quedó paralítica durante gran número de semanas. Sus piernas estaban como muertas, pero rehusaba los auxilios de un médico, diciendo que cuando le llegase su hora, Dios la libraría del sufrimiento. Esa hora llegó. Desde aquel dia se hizo, sucesivamente, cargo de todas las dolencias; se puso ciega, sorda, muda, calentu-