El Mensajero Juvenil
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<zHas bebido, hijito mío, de la fuente que salta para vida eterna, de la gracia que Cristo da a sus pequem-tos. Tú has hablado la verdad en amor. Tu Salvador te llama. Levántate. Y que tu pobre madre tenga la fuerza necesaria para continuar en el mismo camino.”
El Sembrador.
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PRIMAVERA
Por B. Prado.
Primavera cae
con sus mil colores y en su bolsa trae muy preciosas flores.
Entona su canto por las carreteras, cubre con su manto llanos y laderas.
Brinda a la Natura sonrisa y halago dándole hermosura como grato pago.
Por sus mil bondades
por las alegrías y felicidades de los gratos días.
Canta, y a su trino de dulce armonía brota en el camino dicha y alegría.
Los muchachos juegan con grande alborozo y a las flores llegan avispas con gozo.
El sol se despierta, y su faz revive, la pradera yerta a sus rayos vive.
Y entre las campiñas de variadas flores retozan las niñas cantando primores.
Es la Primavera, dulce portadora, de Dios, mensajera, de su amor dadora.
el despreciado
Mística.
Despreciado entre loa hombres.
Isaías, LUI, 3.
Siento muy grande pena cuando leo que no hubo ni un lugar en el mesón donde nacer pudiera el Señor de los cielos y la tierra, el Verbo de la grande creación.
Aquí, en mi pecho, dentro, en lo más hondo del corazón que El hizo tan feliz, yo no puedo entender por qué tierra tan miserable fuera, despreciando su amor. Yo sé por mí,
cuán bueno fuá. Yo sé que sus bondades son grandes, son inmensas, sin medida-----
¡Qué ingrato fuiste, corazón humano, respondiendo a la ofrenda de su mano con tu traición, quitándole la vida!. . .
¡No puedo comprenderlo! Es un enigma insoluble. .. .un misterio de dolor!...
Jesús en el pesebre, en la mísera cuadra, sin albergue. . . . ¡Tú despreciado así, siendo el Señor!
Y después, Nazareth, huerto. Calvario: Indiferencia, soledad. . . ., dolor. . . ., desprecio soberano. . . .
¡Oh, el desprecio cruel de aquella mano, cayendo en su mejilla con furor!. .. .
Pero es mayor mi pena ctiando veo que ese mismo Jesús, mi Salvador, de su bondad en cambio recibe de mí mismo tanto agravio, tanto desprecio, a cambio de su amor.
¿Por qué me cuesta tanto obedecerle, siguiendo resuelto, sin dudar, guiándome sus pasos, esas huellas que brillan en su senda como estrellas irradiando gloriosa claridad ?
No puedo comprenderlo. Es un enigma que me angustia.., un misterio de dolor.. Jesús, quien me ha salvado, por mi ser tantas veces despreciado. . . . ¡Cuán duro debes ser, mi corazón!....
Señor, ¡perdón!. .Rendido ya a tus plant me postro por tu gran bondad vencido.
Y ansio estar aquí, hoy, mañana, por siempre. . ¡hasta morir, mi ingratitud llorando arrepentido.
Déjame estar: ¡Que al ver esas heridas abiertas en tus manos y tus pies, tus sienes y costado, con cadenas de amor encadenado, ya nunca más ingrato te seré 1. . . .
A. ALMUDEVAR.
De España Evangélica.