CARGOS SOBRE LA PERSECUCION RELIGIOSA 7 tonces se consolidó el imperio bajo el mando unido de Fernando e Isabel. Pero aún existían en la nación elementos de discordia. La población estaba formada de tres razas opuestas: la española, la morisca y la judía. Quizas las dificultades que encontró nuestro gobierno en sus esfuerzos para establecer la armonía entre los blancos, los indios y los negros, podrán darnos tal vez una ligera idea de los formidables obstáculos con que tropezaron los esfuerzos de la corte española para cimentar en una misma nación a un pueblo conquistado y a otro conquistador, de raza y religión diferentes. Los Judíos y los Moros eran desafectos al gobierno español no sólo en política sino también en el terreno religioso. Se sospechaba y no sin fundamento, que intentaban de transferir su lealtad del rey de España, al de Berbería o al Gran Turco. Entonces erigió el rey Fernando la Inquisición española, menos por motivos de celo religioso que con fines políticos; la estableció no con la mira de preservar la fe católica, sino con laxde perpetuar la integridad del reino.' Los Moros y los Judíos fueron mirados, no como enemigos del altar sino como enemigos del trono; y los católicos fueron sostenidos no solamente por su fe, sino por su fe y su lealtad a su rey. Los Moros y los Judíos bautizados fueron oprimidos por sus herejías, porque sus herejías eran aliados con la sedición. Debe recordarse que la herejía, especialmente si se profesaba públicamente, era mirada no sólo como una ofensa contra la religión, sino como un crimen contra el estado, y como tal era castigada; y la práctica no era exclusiva de la católica España sino al otro lado del mar en la protestante Inglaterra. Así vemos que Enrique VIII , y sus sucesores adoptaron la misma política respecto de los católicos en la Gran Bretaña, y perseguían el catolicismo como un crimen de Estado, tal como el islamismo y el judaismo eran proscritos de España. La Inquisición española fue, pues, una institución (civil) política más bien que eclesiástica. El rey nombraba los inquisidores, entre los que había laicos y sacerdotes, y los destituía a su gusto. Su jurisdicción dimanaba del rey y no del Papa, y a las arcas reales, y no a las de la curia romana iban les productos de las militas y de las confiscaciones, En una palabra, la autoridad de la