LA VIOLETA. £a<§ri/T|a5 A M I T I E R N A A M 1 G A Maria A. Quintanilla. Al levantarnos por la mañana venios por todas partes un horizonte de claro y límpido azul, y nuestra vista se estasía contemplando la fragancia de las flores que saludan al nuevo dia; pero ignoramos que mientras el sueno acariciaba nuestros párpados, la tierra ha sido regada con una copiosa lluvia, por las nubes que acaban de desaparecer. Así, cuantos infelices presentan un rostro tranquilo por la mañana después de haber pasado llorando toda la noche)... Hay seres cuya vida es una cadena I de sufrimientos, que no parece sino qun el supremo Hacedor las ha destinado á padecer, presentándoles, cada dia, nuevos desengaños que les destrozan el alma y grandes pesares que Ies roen el corazón; pero al mismo tiempo les, da el consuelo á tantos males, revistiéndolos de una sublime resignación, que parece que se so-breponé á todas las desesperaciones de la vida, ocultando en lo mas recóndito de su pecho la pena que les aflije. Por la noche, cuando se re-cojen á su aposento, cuando no tienen mas testigo que su conciencia, dan tienda á su dolor, y lloran con las lágrimas del desconsuelo, lloran por no encontrar remedio á su pena y lloran porque las lágrimas son el consuelo de los que sufren. Y si enmedio de sus sufrimientos no encuentran una alma grande y generosa de esas que saben sufrir pollos que padecen, no pondrán colmo á su desdicha. Desgraciado, muy desgraciado es aquel que en el camino de la vida no encuentra un verdadero amigo que enjugue sus lágrimas enmedio de,sus duelos y sus penas. Cuando en sus horas de pesar no hay quien se acerque con la luz de la inspiración en la frente, con lágrimas en los ojos, ni con el aroma de los dulces consuelos en el corazón: su vida será un desierto sembrados de abrojos y de espinas, dirijirá sus ojos á su alderredor y no sabrá en quien fijarlos, y al borde de un precipicio no habrá quien le tienda una mano benigna y que lo conduzca por mejor senda. ¡Qué consuelo es tener quien nos comprenda y nos ayude á sufrir! ¡Que dulce satisfacción se siente después que depositamos nuestra desgracia en un corazón benigno, que haciendo suya nuestra pena, se interese por nuestro bien tanto como nosotros mismos, procurando hacernos .desechar, con sus prudentes observa ¡ciones, aquellos pensamientos que nos preocupan y nos entristecen. Si, tierna amiga mia, yo recuerdo muy bien, y vivirán grabadas en mi memoria, aquellas horas, aquellos momentos tan felices en que comunicándonos nuestras aflicciones, núes tros presentimientos y temores; en que unidos nuestros pechos y confundiendo nuestras lagrimas, hemos hecho una misma nuestra pena! Mana Garsa González.. Ca primavera A UNA NINA. Ya se levanta, niña la bruma, Despareciendo de la mañana Con el fulgor: Ya del arroyo la blanca espuma Jugar se mira con la galana Tímida flor. Vagan las brisas por los oteros, Donde florecen los amarantos Con el jazmín;