LOGOS 5 (Viene de la página 1) rado, precisa esgrimir esa honradez para evitar que se nos sacrifique. No obrar en esta forma, es suicidarnos. Tal equivale a poseer armas para nuestra defensa y permitir que se nos asesine: seríamos cómplices del homicida. Y lo que sucede a este respecto con los individuos, pasa a veces, en los grupos que luchan por el triunfo de una idea: se sumergen en el pestilente charco de la apatía y solo de cuando en cuando, hacen moverse la superficie del agua cenagosa para recordarnos que allí están, pretendiendo salvar el mundo cuando debieran implorar la ayuda del mundo para que los salvara. Lo anterior quiere decir que no somos partidarios de la pasividad: que amamos la acción; «una acción vale más que una docena de proyectos». Pretendemos que las instituciones expongan públicamente sus postulados para que sean dis-cutidos> ensalzados o combatidos: para que brille la verdad. Por eso no podemos menos que elogiar la línea de conducta de la Masonería torreonense, al sostener una publicación que se encarga de difundir los principios masónicos: ello hará que el público recapacite sobre nuestras doctrinas y se convenza de que éstas hacen de la Masonería la más moral de las religiones, por más que nosotros no estemos empeñados en bautizarla con ese título. La Masonería no hace otra cosa que romper el viejo sistema de laborar en la sombra: quiere que todo el mundo se dé cuenta de los fines que persigue y que los hombres que se preocupan por el triunfo de la verdad fallen. Está convencida de que hay que dar oportunidad al público para que emita sus opiniones. La Institución sabe que «el fanatismo y la intolerancia son los viejos odres de la era que agoniza y que es criminal guardar en ellos el vino nuevo». Bien hace, pues, la Masonería torreonense en sostener un periódico que haga luz en las conciencias de los que tengan la suerte de leerlo; pero nosotros desearíamos que la divulgación de los principios masónicos se hiciera en frecuentes conferencias públicas. Esto haría más fácil el convencimiento de los incrédulos. I ja publicidad de los principios masónicos dará lugar a la lucha y ésta, a que estudiemos y nos ingeniemos para defenderla. ¿Qué extraño es que se ataque a la Masonería? ¿No han tenido siempre las instituciones nobles, que resistir el ataque de sus gratuitos enemigos? Borlo demás, ¿no es la necesidad de subsistir uno de los móviles del progreso? La Masonería necesita emprender una lucha enérgica, cara a cara con sus enemigos; disipar esa desconfianza que los fanáticos y los ambiciosos le han creado entre las clases populares. ¿Temor? ¿Que se nos señalen las faltas de algunos normanos que no tienen empacho en dejar de cumplir sus compromisos masónicos y profanos? Eso será un beneficio; así sabremos cuales son las manzanas podridas que hay que separar para que no dañen a las demás. La Verdad y la Justicia están clamando por que accionen las sociedades que a lograr su imperio se dedican. «Las edades del mundo — dice Emerson — no son más que el símbolo de ciertas personalidades excelsas». ¡Ojalá y podamos lograr que la edad actual sea subrayada por la acción masónica! La Masonería debe ser santuario donde moran la Verdad y el Bien; pero una y otro no deben ocultarse. El egoísmo que lleva a mantener ocultas esas dos grandes finalidades, revela una conciencia entenebrecida por tontos prejuicios ¡Surjamos a la vida llena de luz y de emociones de la lucha, probemos la fortaleza de nuestras doctrinas y si éstas no fueren capaces de resistir la luz de la verdad, bienvenido sea el triunfo de nuestros opositores y bendito el abrazo fraternal que habremos de brindarles después de la honrosa caída; pero si la victoria nos corresponde, entonces loemos a la Acción que nos colocó en el camino del triunfo. En este momento histórico en que una parte de los hombres parece volverse loca, infecunda de buenas obras, y en que otra, mínima se quiere, vuelca en los laboratorios el tesoro de su inteligencia y en los campos agota la energía de su brazo ras. gando el seno de la tierra, para contribuir a la felicidad de cuerdos y locos; en este minuto en que Custow, enfermo de pyromania, comete ciento quince incendios en ciento quince días; en que los millonarios Leopold y Loeb asesinan por sport; en que «le decir de praire» hace a muchas mujeres vender su honra; pero cuando también surge la televisión instantánea, la difusión estrecha que hará una realidad los [Pasa a la página 11],