El Sacramento de la Penitencia i IifvstituciM, divina del Sacramento de la¡ Pemiitemcia.—Poder de perdonar los pecados dado por Cristo a Su Iglesia,.^—Necesidad y ventajas de la Confesión. En la Vida de Jesucristo sobresalen siempre su misericordia y su compasión para con la humanidad doliente. Desde el momento de su encarnación hasta la hora de su muerte, todos los pensamientos, palabras y actos de su divina vida se encaminan al alivio de los males del hombre caído. Tan pronto como entra a su vida pública, comienza a hacer el bien a toda clase de personas; da vista a los ciegos, oído a los sordos y vigor a los paralíticos; cura las heridas abiertas en los corazones, y vuelve los muertos a la vida. Pero aunque Jesús se ocupaba en sanar las enfermedades del cuerpo, el objeto principal de su misión era libertar el alma de la esclavitud del pesado. El mismo nombre de Jesús confirma esta importante verdad: “Le pondrás por nombre Jesús,” dice el Angel, “pues El es el que ha de salvar a su pueblo o librarle de sus pecados.” (S. Mateo I, 21). Porque, si Jesús se hubiese contentado con curar las enfermedades del cuerpo, sin atender a las dolencias del alma, hubiera podido ser llamado nuestro médico, pero no merecer los títulos más hermosos de Salvador y Redentor; mas como el pecado es el gran mal del hombre, la misión de Jesús fué la de remediar nuestros mayores males, El vino al mundo principalmente como el Absolvedor por excelencia del pecado. Magdalena parece haber tenido conciencia de esto; ella se arroja a sus pies, los riega con sus lágrimas y los enjuga con sus cabellos, mientras que Jesús pronuncia las salvadoras palabras de la absolución. Los demonios mis-- mos reconocieron a Jesús como enemigo del pecado, por-