tVagner y la Guerra En telegramas de agencias perio dísticas tan poco dignos de crédito se, dice que hay en Italia gran reacción contra las óperas de Wagner be tratara, probablemetne, de las opiniones de algún grupo de empresarios de teatro, más celosos de su interés personal que del interés del arte, porque la mayoría del público italiano es demasiado culta para prestarse a esa monstruosidad. ¡Oponerse a la representación de las óperas de Wagner! ¡Combatirlas a pretexto de la guerra! Tal cosa equivale a com °at*r ’a música, pues como ha dicho Judith Gautier, no por wagneriana menos francesa, los compositores mas ilustres, al lado de Wagner, no son sino grandes músicos, y él es la Música misma. agner nada tuvo de apreciable en su conducta como hombre v en sus sentimientos políticos. Fué ingrato, amigo infiel, mal esposo, egoísta’ poco austero. Se degradó convirtiéndose en imperialista prusiano y satélite.de Bismarck. Mereció por ello los dardos de Nietzsche. Moviéronle también, bajas ideas de venganza (por el primer fracaso de “Tanhauser” en París) cuando escribió y publicó en 1871 su carta cruel animando al ejército alemán a destruir la inmortal Lutecia. Pero ¿tiene esto relación alguna con sus obras? Sus errores, sus faltas como hombre, ¿disminuyen su valor como músico y poeta? ¡Lástima, sin duda, que el autor de “Tris-tan e Iseo”, no fuera un amante del derecho y la libertad! Mas fuera de esta expresión de amargura, ¿qué cabe decir contra su genio? Wagner es uno de los sublimes creadores que han inaugurado una época nueva en la historia del pensamiento artístico; un hermano de Homero y de Dante, de Cervantes y de Shakespeare, de Goethe y de Víctor Hugo! Cuantos hemos tenido la desdicha de una primera educación musical errónea, y nos acostumbramos a oir las óperas pre-wagnerianas, absurdas en su conjunto y sus detalles, y redimidas por alguno que otro rasgo de inspiración, hemos pasado por el choque violento que las creaciones de Wagner por fuerza producen en quienes sólo han conocido en la escena a Donizetti, a Meyerbeer o a Verdi. En estas óperas antiguas, donde un músico sin facultades literarias, o teniéndolas apenas, ha puesto notas a un libreto, generalmente sacado por escritor mediocre de una novela o de un drama en boga la música y la palabra se relacionan raras veces. (El libreto de “Los Hugonotes” es una excepción, más ¿quién ignora las cómicas luchas entre Scribe y" Meyerbeer?) Pero Wagner, autor, a la vez, del drama y de la música ha fundido las dos artes para servir a sus ideas, Siempre "bellas, siempre profundas, y encarnadas simbólicamente en sus personajes, o expresadas por éstos en torrentes armoniosos de poesía. Todo el que posea en el alma un verdadero sentimiento de la belleza, ha de comprenderlo pronto y amarlo. ' Los que han tenido la suerte .de no oir otras óperas antes de las suyas, desde la primera audición lo comprenden y lo aman. Revélase entonces algo así como un universo nuevo para nuestro espíritu y nuestra inteligencia, universo de inagotables armonías, de melodías encantadoras, de imágenes y pensamientos cada vez más emocionantes. En el aspecto artístico, los que hemos modificado por Wagner nuestros gustos, nos asombramos de no haberlo entendido en un tiempo, y hasta de haber creído, como artículo de fe, el absurdo de que nd existen melodías • en su música. Hasta relegamos a segundo término aquellas obras suyas en que el deseo de verlas representadas, antes de hallar la protección del rey de Baviera^ le hizo caer en‘concesiones a la escuela reinante, como la “marcha nupcial, de “Lohengrin”, o la del primer acto de “Tanhauser,” páginas a lo Verdi o a lo Meyerbeer. Cuando llegamos a comprender ésto, somos ya dignos espectadores de “La Valkyria,” “El Anillo del Nibelungo,” “El Oro del Rhin,” “Sigfrido," “El Ocaso,” y podemos agradecer al monarca bávaro, —un loco según el vulgo—que diera a Wagner los elementos para desa rrollar su genio, y aumentar con sus obras el tesoro de la felicidad humana. En el aspecto filosófico, las óperas de Wagner sugieren, también, hondas meditaciones. La forma en qué se expresan está a la misma altura de la música porque Wagner no es sólo un gran poeta y un gran músico, sino uno de los maestros de la lengua alemana. Su filosofía—inspirada en la de Schopenhauer—tiene un fondo terrible de pesimismo, y una sombría fatalidad conduce la acción de sus dramas, arrastrando a los héroes a su ruina. La mitología germánica le proporciona los argumentos y figuras en que desenvuelve su simbolismo sin que dejen jamás la muerte y el dolor, de salir victoriosos, como ejecutores implacables de una vengadora justicia. Pero en el fondo de todas-las espantosas tragedias que la imaginación de Wagner concibió como cuadros de sus óperas, la suprema ley es la responsabilidad -humana y. el'castigó-como consecuencia de la chipa." “Iseo y Tristán” son víctimas-del filtró "que ella equivoca. La fatalidad, ciertamente, dirige el error de la mano, pero esa fatalidad no es sino la sanción del acto culpable. Wotan, en la serie mitológica que termina con “fci ocaso de los dioses,” va por grados hundiéndose, por sus errores y sus faltas, desde él dominio de la tierra y los cielos, hasta la desaparición total de su grandeza. ’ Es la “ley kár-mica” de la retribución en la filoso- (Pasa a la última).