14 EL ATENEO — REVISTA ESTUDIANTIL esclavos, - tirando de las largas ceerdas, y sus músculos en tensión, vibran en la sinfonía del dolor. Se /detienen un instante para tomar aliento, pero, ¡ay!, que los crueles capataces aguijan con su despiadado látigo a aquella multitud doliente. Con un supremo esfuerzo logran .moverla pero algunos, los débiles, caen sucumbiendo aplastados por la pesada esfinge, que en su indiferencia pétrea, en su impasibilidad, es fiel reproducción de aquél, que en cómoda litera, descansando entre mullidos almohadones, a la sombra de quitasoles de plumas, y recibiendo, la suave brisa que despiden los reales abanicos manejados por solícitos cortesanos, e incensado por los 'elogios, contempla la obra de sus esclavos; más Pó sus Sufrimientos. Habla con el Sumo Sacerdote, acerca de la inauguración del nuevo templo, en el cual, con ímprobos trabajos, han terminado de clavar un obelisco, donde narra con inscripciones jeroglíficas. sus triunfos y sus obras. Habla de |a construcción de templos, calzadas, y de un vasto mar artificial que piensa hacer para regular las crecientes del Nilo. Allá, en los límites del horizonte, donde parece que el Cielo y el Desierto se jurán alianza en su obra de destrucción, el uno con sus secas arenas, y el otro con su Sol abrasador, se levanta una gran polvadera. Una tempestad de arena, me digo- UN anciano elegantemente vestido, un escriba, contempla con igual atención aquella polvadera. A la pregunta que le hago, contesta: ?No sabes, extranjero?- Es el cuerpo de carros de guerra que nuestro poderoso Señor manda a sojuzgar tribus nubias levantiscas”. Un súbito movimiento de ¡as gentes, que caen de rodillas al paso de su Rey. a la manera que caen las espigas cortadas por el segador, contemplan mis ojos. Pero yo no me.humillo, y sitiendo mí corazón henchido de odio contra aquel brutal déspota, permanesco de pie. y en arrogante postura lo apóstrofo: gor, tú te solazas, en los festines? Compadécete de éllos, y haz que cesen sus sufrimiento», que si no, no podrás sufrir el juicio de Osiris, y serás entregado a Tifón por la eternidad, no pudiendo pasar el puente para la deliciosa vida Eterna. Al instante, todos aquellos que estaban inclinados ante él, todos los que sufren bajo su régimen, se levantan como un solo hombre, y me arrebatan. Un oficial del Rey se adelanta a castigar al insolente. Veo las caras convulsas por la ira, veo las torvas miradas de los cortesanos, y presiento mi muerte. Ya se alza la espada centelleando al sol, ya me preparo a morir, cuando.................... Estoy en la tranquila quietud de mi escritorio. Delante de mi está un libro abierto: u Historia de Epgito. Ahora comprendo. Me dormí, y soñé. Pero, sin embargo, aún me parece oír el murmullo del Nilo y las quejas-de los esclavos. Y medito en el mágico poder del pensamiento, queme permitió viajar con sus alas, en otros tiempos, y por otros lugares- Saltillo, Coah., a 31 de Julio de 1929. Fernando Duran B. “Ateneo Fuente” ‘ Infame, ¿qué no ves los sufrimientos de los esclavos, de tus hermanos, pues como éllos eres hijo del limo, de la tierra? ¿Por qué, mientras éllos se agobian y mueren bajo tu crudo ri-