OOOOOOOOOOOOOi ) 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 En el humilde pesebre, José reunió un poco de fragante heno y con él hizo a María un suave lecho en una esquina. Ella se acostó y pronto se durmió. Y dió a luz a su hijo primogénito. José había salido del establo en busca de leña con qué alumbrar y calentar al niño que habría de nacer. Cuando volvió junto a María, “he aquí que todo estaba lleno de luces más brillantes que la luz de lámparas y velas, más brillantes aún que la luz del mismo sol”. Temeroso entró en el establo y encontró a Cristo niño, recién nacido. Este momento exacto de éxtasis es el que los místicos aspiraban ver en sus visiones: el momento del nacimiento d e Cristo, cuando María y José adoraron al Niño, solos y alejados del mundo terrenal. En el arte primitivo, donde la intención primordial era enseñar y no simplemente complacer, el nacimiento de Cristo se presenta como una ocasión solemne. En representaciones posteriores, la escena perdió su carácter instructivo en beneficio del placer estético, y a veces hasta llegó a perder su significación entre' pléyades de ángeles floridos y santos plenos de gracia. ■J -:X v'a'-" i "1 ¿ i) Pero Fray Angélico captó el momento que sentían los místicos. Al hablar de su visión de Cristo y María, Santa Brígida dice: “verdaderamente y de pronto vi al glorioso infante tendido en el suelo, desnudo y resplandeciente. Luego oí también el canto de los ángeles, que era de una dulzura y belleza milagrosa”. Y María “lo adoró, su cabeza inclinada y sus manos juntas, con gran honor y reverencia y le dijo: Sed bienvenido, mi Dios, mi Señor, mi Hijo". Los grandes artistas parecen conocer el interior del establo de Belén como si hubieran estado allí personalmente. Lea la Próxima Semana LA ADORACION DE LOS PASTORES