Febrero REVISTA EVANGELICA 87 Cristo Revolucionario -------(o)------- Por Carlos Wagner. ---(oí---- De su libro: “Justicia” EL Cristianismo, no es, pues, el anuncio del reino de Dios después de este mundo, sino desde este mundo. Aspira nada menos que a una transformación general, radical, del individuo y de la sociedad. La forma, las circunstancias, los arreglos particulares son libres, adaptados a las condiciones ambientes, al grado de cultura, a tantos factores que conviene notar y apreciar; esto está fuera de duda. Poco importa la superficie, ¡es preciso que el fondo sea fraternal! Ama y sé libre; ama y que tu corazón se manifieste como quiera, como pueda, ¡he aquí la ley nueva para el individué! Que todo el viejo hombre renazca por esta obra, ¡he aquí la conversión cristiana! ¿Tendría una realidad cualquiera si no traspasase los límites de la vida individual? Del fondo impuro y malo de nuestro corazón han salido todas las iniquidades cuyo monstruoso conjunto constituye el mal social. Las instituciones de una sociedad basada en el egoísmo, la lucha a todo trance, la opresión de los unos por los otros, todo este viejo cuerpo que encierra el alma malhechora del antiguo mundo, no puede servir de envoltura a la vida nueva. Esto es tan verdadero, que a través de los obscurecimientos de la conciencia y a pesar de la alianza maldita de su Iglesia con las fuerzas de muerte y de Injusticia, el espíritu de Jesús ha obrado vigorosamente, y operado transformaciones innumerables. Cuando sus discípulos reniegan de El, se manifiesta por boca de sus detractores. En el cumplimiento de las palabras: “si éstos callan, las piedras gritarán." ♦ • * • ¿Entonces, diréis: Cristo es revolucionario? Si, en toda la extensión de la Palabra, puesto que su empresa es de las que no permiten arreglo transitorio. Jamás se ha ocultado. Siempre ha reclamado todo al hombre, sin segunda intención ni reserva. Con la mano en este arado mirar hacia atrás no es permitido. El Cristiano deja de ser tal hombre particular, de tal clase, de tal situación, con tales intereses. Ya no tiene más que el interés general. Ha hecho sacrificio, no con tristeza, pero sí con la alegría de los que descubren el mundo nuevo. Ya no es un individuo, nómada solitario, encerrado en sí mismo, armado para y contra todos; es un hermano. Cuando se llega a decir, en verdad y con felicidad: no soy yo quien vive, es Cristo, es decir, el que se sa-