... ,r SANTIDAD DE LA IGLESIA 7 En la Eucaristía nos alimentamos con el Pan Vivo bajado del cielo. En la Penitencia nos purificamos de las faltas cometidas después del Bautismo. Si tenemos inclinaciones al Sagrado Ministerio o al estado del matrimonio, en los sacramentos del Orden y del Matrimonio hallaremos abundantes gracias, según la condición de vida que abracemos. Y en nuestra última enfermedad recibiremos el consuelo de la Extrema-Unción, por la cual se adquiere el auxilio divino necesario para purificarnos y fortalecernos antes de partir de este mundo. En una palabra, la Iglesia, cual una madre cuidadosa, nos acompaña desde la cuna hasta el sepulcro y nos brinda a cada paso la medicina de la vida y de la inmortalidad. Así como la Iglesia presenta a sus hijos los motivos más poderosos para la santidad de la vida y les ofrece los medios más eficaces para alcanzarla, así también cosecha los frutos más abundantes de santidad. Ella ha sido en todos los tiempos y países madre fecunda en Santos. Nuestro calendario eclesiástico no contiene sólo los nombres de los doce Apóstoles, sino que está adornado con una larga lista de heroicos mártires que “fueron apedreados, despedazados, y muertos al filo de la espada,” (Heb. XI, 37). de innumerables confesores y anacoretas que lo abandonaron todo por seguir a Cristo; de inmaculadas vírgenes que se conservaron castas para el reino de los cielos. Cada día del año está consagrado en nuestro martirologio a un gran 4 número de Santos. Y en nuestros tiempos, en todos los puntos del globo y en todas las circunstancias de la vida, la Iglesia continúa formando santos dignos de los primitivos tiempos de la cristiandad como S. Juan Bosco, Sta. Teresita, la Bta. Madre Cabrini y Gema Galgani. Si buscáis Apóstoles los hallaréis distinguidos ehtre los Obispos de Alemania, quienes despliegan actualmente* en las prisiones y en el destierro un sereno heroísmo digno de Pedro y de Pqblo. Diariamente tenemos noticia de las torturas sufridas por los mártires de la fe en China, en Corea y en otros países paganos, como por ejemplo en Rusia, México y España. Entre los confesores, contamos a aquellos abnegados sacerdotes, que abandonando familia y hogar, van anualmente a predicar el Evangelio a tierras extrañas. Todas