674 REVISTA CATOLICA 5 de Octubre, 1924. llamas que inflaman nuestros corazones, los elevan a pensamientos y afectos en gran manera católicos, y con suave violencia los atraen a amar y reverenciar la santa Iglesia, querida hija de Dios, qu'e la desposó con Cristo al pié de la cruz, la hizo madre de todos los creyentes y en ella sola puso la salud para la vida eterna. Los sentimientos virtuosos y píos de aquellas cartas sirven para recrear al alma angustiada, cómo la dulce armonía de la música; y las jóvenes cristianas al leerlas, se sienten conmover sus corazones y correr por ellos una suavidad qu’e no se encuentra en los amores profanos de las modernas novelas, en las halagüeñas palabras del que acaricia en ellas las más vivas pasiones, ni en las falaces esperanzas a cuyo alrededor la vanidad y la ligereza mundana las hace danzar. ¿Cuántos ánimos distraídos, indolentes y fríos hacia el Sumo Pastor y Padre, que no piensan en sus amarguras, ni en los dolores y angustias con que lo oprimen tantos hijos desnaturalizados, al leer aquellas cartas de los zuavos y más aún al considerar su ardor en defender al Sumo Pontífice, no se han despertado de su profundo sueño, y reuniendo sus pensamientos y afectos, los emplearon todos en venerar y amar fervorosamente al santo Padre? Nosotros podemos decir, que más de uno de estos jóvenes afortunados al leer el ZUAVO, a un profundo respeto por el Papa han añadido la generosa resolución de dedicarse a su servicio en las armas, para combatir a sus enemigos hasta derramar la última gota de su sangre^ en defensa suya y del sagrado patrimonio del Príncipe de los apóstoles. Estas son cosas que consuelan en gran manera mi corazón, y m'e reaniman de las fatigas habidas en buscar documentos, combinarlos, y aplicarlos a un solo sujeto en cuanto me ha sido posible. Si hubiese podido reunir mayor número los hubiera publicado con gran gusto; mayormente de tantos valientes e intrépidos voluntarios de Bélgica, que sostuvieron con tan heroico valor el principal peso de la batalla de Castelfidardo y perdieron la vida a la vista de la Virgen de Loreto en los campos que regaron con su sangre y volaron al cielo a recibir la corona de los mártires. . Aquí no puedo menos de manifestar que he recibido no pocas cartas anónimas, que me reprenden y riñen agriamente, por haber exaltado tanto la fe, piedad, bravura y heroísmo de los zuavos franco-belgas, hablando tan poco de los italianos pontificios, en muchos de los cuales brilló una fe, piedad y valor no menos heroico que el de los extranjeros. Se lo concedo con mucho gusto, y aprecio como el que más, el valor italiano; mas yo quisiera que mis regañones tuviesen la bondad alguna vez de leer el título de esta obra, y verían que se intituló el ZUAVO PONTIFICIO, que es lo mismo que decir una Relación de los franco-belgas, únicos que formaban el batallón de los zuavos. No obstante, cuando ha venido al caso de hablar de la fidelidad, intrepidez y valentía de los soldados romanos, lo he hecho siempre con indecible gusto: no hay más que leer los justos encomios con que ensalzo y colmo de gloria al coronel Zappi, por su invicto valor en la defensa del castillo de Pesaro, donde mereció el grado de general, y sus oficiales y soldados adquirieron el título de fieles y valientes. Lo mismo hice con los intrépidos que en tan escaso número sostuvieron en las alturas de Sant’Angelo el horrible ímpetu de una división entera de piamonteses, y les hicieron frente con tan impertérrito valor, y pelearon con tal denuedo que la derrotaron y pudieron llegar salvos a Ancona. Igualmente ensalcé como merecían a a-quellos valientes romanos, que en Urbino y en el fuerte de San León sostuvieron con pecho firme los asaltos de numerosas f alan jes enemigas, y en S. Lorenzo de las Grutas, sólo sesenta desbarataron y pusieron en fuga a cerca de trescientos facciosos. Véase, pues, si amo a los italianos y me complazco vivamente en hacer una reseña de su valor y fidelidad. Después llegó a mis manos la carta de un joven patricio romano, hijo único, el cual en el bombardeo de Ancona a-nima a sus afligidos padres, cociéndoles que se conformen con la voluntad divina, si pluguiese a Dios nuestro Señor fuese víctima de una bala enemiga. En ella se leen sentimientos que rivalizan con los de los más fervorosos zuavos, y yo hallé el mayor gusto en publicarla. (SxC continuará) CALENDARIO DE LA SEMANA Octubre 5-11. 5. Domingo XVII después de Pentecostés.—Stos. Plácido, Donato, Firmato, Faustino y otros 30 monjes, mrs.—San Atilano, ob. y cf.—Stas. Flavia y Cristina vgs. y mrs. 6. Lunes.—San Bruno, cf. y fd.—Stos. Caprasio, Marcelo, Saturnino, Casto, Emilio, Primo y Feliciano, mrs.—Sta. Francisca de ks Cinco Llagas.—Sta. Erotis, mr. 7. Martes.—Ntra. Sra. del Rosario.—San Marcos, pp. y cf.—Stos. Sergio, Eaco, Marcelo y Aupeyo, mrs. —San Martín, ab. y cf.—Stas. Julia, Justina y Ostia, vgs. y mrs. 8. Miércoles.—Ntra. Sra. de Borgoña.—Sta. Brígida, vda.—El Santo anciano Simeón.—Stos. Pedro, Demetrio y Nestor, mrs.—Stas. Reaparta y Benita, vgs. y mrs.—Sta. Pelagia, pnte. 9. Jueves.—Stos. Dionisio Areopagita, ob., Rútico y Eleuterio, mrs.—San Abraham, patriarca.—San Luis Beltrán, cf.—San Gisleno, ob. y cf.—Sta. Atanasia, mr. 10. Viernes.—San Francisco de Borja, S. J., cf.—Stos. Gedeón, Víctor, Casio y Florencia, mrs.—Stos. Paulino y Cerbonio, obs. y cfs.—Sta. Eulampia, vg. y mr. 11. Sábado.—La Maternidad de Ntra. Sra.—Stos. Probo, Andrónico, Nicasio, Quirino y Plácido, mrs.— San Fermín, ob. y cf.—Stas. Zenaida y Filonila, hs. Sta. Plácida, vg. NUESTROS AMIGOS DIFUNTOS. En Pátzcuaro, Mich, Méx., falleció el día 5 de septiembre el Sr. Luis Solorzano V., a la edad de 35 años, 7 meses; recibidos los auxilios de la Santa Madre Iglesia.