2 de Noviembre, 1924. REVISTA CATOLICA 783 SECCION EDITORIAL ECOS DEL CONGRESO EUCARISTICO MEXICANO El Congreso Eucarístico Mexicano, tan felizmente celebrado -en la ciudad de México, debe tener más resonancia de lo que a primera vista a-parece. La misma oposición que se levantó contra él, debe ser garantía de su más completo éxi- Por una parte, los masones con su celo farisaico de la Ley y sus mal disimulados ataques, y los obreros rojos con sus manejos revolucionarios y su odiosa huelga, dieron la prueba más patente de la intransigencia e intolerancia de que están animados los que ostentan la más amplia tolerancia en los pliegues de su bandera. Por otra parte, es muy de deplorar la actitud del Gobierno, que fuera por odios jacobinos o por ceder a la presión de insignificantes minorías, dictó órdenes que no pudieron menos de producir un efecto contraproducente y desfavorable. Cual fuera la impresión causada en los elementos de orden, que constituyen la gran mayoría y lo más selecto de la capital, puede verse en este articulo de “Excelsior”, 13 de octubre: EL CASO DEL CONGRESO EUCARISTICO ' til señor Presidente de la República ha consignado ai Procurador a los organizadores del Congreso Eucarístico y a todas aquellas personas que, a su juicio, violaron las tieye.s de Reforma, haciendo manifestaciones públicas de culto religioso. Además de esto, ordenó que fueran separados desde luego todos los empleados públicos que han. incurrido en la misma falta, porque su actuación es incompatible con la protesta que otorgan al entrar al ejercicio de su empleo, de cumplir y hacer cumplir los preceptos de nuestra Carta Magna, debiéndose comprender en esta disposición aún a aquellas personas que tengan nombramientos honorarios y que dichos nombramientos se, deriven de acuerdos del Eíecutivo Federal de los Secretarios de Estado o jefes de departamento.” Con todo el respeto que debemos al señor Presidente de la República, pero también en uso de la libertad de prensa que el mismo protege, fieles a nuestros compromisos de honradez y verdad con el público, diremos que, en esta ocasión, el Jefe del Ejecutivo no acertó, a nuestro entender. Su erro.r^ ofrece dos aspectos: uno legal y otro político, y algún día se convencerá de que ambos tienen positiva importancia. El Congreso Eucarístico venía efectuándose con beneplácito de ja sociedad ente.ra, y prueba de ello son las manifestaciones, casi unánimes, que. hicieron ostensiblemente los vecinos de. México. Ni en el Centenario de la Independencia Nacional se advirtieron entusiasmo y armonía semejantes. La mayor parte de. las casas de la metrópoli ostentaron adornos en señal de adhesión al Con-gieso Eucarístico, y las solemnidades religiosas se. vieron tan concurridas, que los locales donde se celebraron, no podían contener a todas las personas que. deseaban asistir a ellas, todas las clases sociales desde las altas hasta las mas humildes,, tomaron parte activa en la celebración del Congreso, y si decimos que estas ceremonias no han tenido precedente en México, nuestra afirmación no es hiperbólica. Llamaba la atención la tolerancia del Gobierno. Creíase que este, dando muestras de amor a la libertad y de respeto a la opinión, había entrado ya francamente en la senda que recorren los gobiernos civilizados de los países inas cultos de la tierra, donde los credos religiosos cuentan con verdaderas garantías, como lo prueba el hecho de que los Congresos Eucarísticos (precisamente es- tos Congresos) han tenido el apoyo de las autoridades políticas. * * * t Desgraciadamente, todavía no podemos ser tolerantes. Nos quedan aún odios jacobinos y resquemores demagógicos, y despreciamos a las mayorías sociales cuando la intransigencia y el sectarismo llaman a nuestras puertas. El señor Presidente de la República cita en apoyo de su acuerdo las Leyes de Reforma; pero habría que investigar si esas leyes, después de promulgada la Constitución de 1917, están vigentes aún. Supongamos que se hallan en vigor, y todavía así, preguntaríamos, ¿por qué no se impidió la comisión del “delito” y se prefirió que éste se cometiera para castigarlo? Las solemnidades del Congreso se. anunciaron profusamente. Nadie puede, decir que fueron una sorpresa. La policía de. la capital, durante los primeros días, prestó el servicio de vigilancia que le corresponde. Las manifestaciones de “culto externo”, si las hubo, y que se. hacen consistir en los adornos de algunas casas y edificios, se respetaron durante toda una semana. Es decir, se to1 eró el “delito” a sabiendas de lo que era, de que iba a perpetrarse y de que se estaba perpetrando.... ¿Cómo se explica, pues, que, al cabo de siete días, se pretenda castigar a los infractores de la ley? El efecto que causará el acuerdo presidencial en otros países, será lamentable. ¿Qué clase de leyes—dirán en los Estados Unidos, por ejemplo—tienen esos mexicanos? En México, donde una sangrienta revolución se propuso devolver al pueblo su libertad, se oprime al pueblo, lastimándolo en sus más delicados sentimientos, como son los religiosos.. Y que este es un hecho EVIDENTE, lo estamos palpando; hecho que no admite réplica y que los más .exaltados anticatólicos se habrán visto obligados a reconocer con sólo observar el aspecto de nuestra metrópoli en la última semana. Se nos dirá que la ley es la ley y que debe aplicarse mientras no se -derogue. Estamos de acuerdo (a reserva de investigar si las Leyes de Reforma continúan en vigor); pero entonces ¿por qué nos hacemos sordos ante las innumerables violaciones legales que se cometen día a día, en materia agraria, por ejemplo? ¿No hay una ley que prohíbe las expropiaciones de. tierras sembradas y pendiente los frutos de cosecharse? Esa ley, si mal no recordamos, la dictó el señor general Obregón, y podríamos cita.r, no uno, sino muchísimos casos, en que se la ha violado. ¿Por qué, pues, ahora nos mostramos tan escrupulosos y enérgicos cuando se. trata de las creencias católicas ? La destitución de. los empleados públicos que pusieron de manifiesto su adhesión al Congreso Eucarístico, es también injusta. No hay ley en México que prohíba a los empleados del Gobierno tener una religión y practicarla. La ‘protesta constitucional’ no alcanza a tanto. El empleado es un hombre con derechos iguales a los de otros hombres: nadie puede esclavizar su conciencia, y es libre (ante la ley) para ser católico, mahometano o budista, según le plazca. Si incurre en algún delito, si viola las Leyes de Reforma, que. se le consigne a las autoridades competentes, que se le encause; pero no por empleado, sino porque delinquió. . Es muy sensible la actitud adoptada por el señor Presidente en este caso. Sentimos lo ocurrido más par él que por los católicos mexicanos, que nada pierden. Lo sentimos, porque la medida del general Obregón no añadirá un laurel más a sus triunfos, y sí le restará popularidad entre los católicos de México, quienes—no basque olvidarlo—constituyen la INMENSA MAYORIA de la Nación. En términos parecidos se expresaron otras publicaciones de dentro y fuera del país, aun las que se distinguen por sus doctrinas liberales. ¿Aprenderán los católicos la lección? ¿Emprenderán con nuevo empeño la organización tan urgentemente propuesta y recomendada por el E-