14 HL ATENEO—REVÍSTA ESTUDIANTIL Colina nos vivía platicando de las wTotoro-chas” Nicolás Cuevas de su venida a México, y siempre manifestaba estar satisfecho de haber nacido en un pueblecito de Guanajuato; Tavera que era el “Rokefeller” del círculo, siempre haciendo cálculos comerciales y Florentino Rosales "El Señor de las Tribulaciones” siempre quejándose de su mala suerte y decía con frecuencia que cuando el pudiera tener algún mando en los destinos del país, mandaría el sábado de gloria quemar en lugar de los tradicionales "dia-blitos” a los agiotistas. Los demás componentes del grupo charlábamos siempre de asuntos de actualidad y también de cosas poéticas; yo era el “Benjamín” de todos ellos, pero me consideraban igual y siempre los acompañaba en todos sus paseos. Cierta ocasión Gómez Maganda se acercó a mi mesa de trabajo (?)... y me enseñó un fuerte cartapacio en donde había coleccionado sus mejores versos, los leí todos y lo felicité luego por estar progresando tan rápidamente. debo manifestar que el siempre que me vé me presenta algo nuevo, la última ocasión que charlamos me enseñó una crítica que hizo del distinguido conferencista español don Federico García Sanchiz, y volviendo a lo anterior, cuando Gomez Maganda y yo leíamos su archivo llegó con nosotros Rafael Monterde Porras, un muchacho adinerado y muy servicial que constantemente mortificaba con sus bromas a un señor de apellido Leyte; tan luego como hubo llegado éste, Alejandro nos invitó para que fuésemos "a casa de Don Ramón a tomar “Calamares en su tinta” y al estar en el suculento banquete que nos debe haber en vidiado el mismo Baltazar, llegaron tres músicos tan arruinados y sucios, y a la vez tan viejos, que nos hicieron pensar a los glotones bohemios, que eran los que habían acompañado por la Calles de Sevilla que palpitan de recuerdos, al Conde de Alma Viva cuando éste llevaba una serenata a la linda Rossina. Pronto se les despidió pues nos interrumpieron cuando Alejandro nos leía unos deliciosos versos en que palpitaba el alma del joven Poeta que como todos los enamorados sufre una espantosa fiebre de mujeres, su versificación a cada instante era mejor, sentimental, en algunos renglones, dulce en los otros, pero siempre con ese lloro romántico que caracteriza a los Poetas de habla Española, ignoro quien sería la musa inspiradora de aquellas palabras que llevaban la esencia toda de un adolescente pero ¡Oh, númen Divino! que ya se manifestaba en el alma atormentada de Alejandro, quien busca los placeres siempre para olvidar sus penas, y así le vi tantas veces transitar meditabundo en medio de la ola humana que ambula por las calles de la gran ciudad, y cuando pensaba que quizás los muchachos no le apreciaríamos sus palabras, recurría para mostrárselas a un viejo com-pañero de Díaz Mirón, Don Luis Flores Limón y a don Aurelio de P. Fernández, viejo y sincero amigo de mi padre. Por circunstancias especiales me tuve que retirar de la Capital y separarme del grupo bohemio en donde pasé horas gratas, inolvidables de mi vida; a medida que el tiempo ha pasado Alejandro Gómez Maganda sigue imponiendo su pluma muy por encima de la de los escritores mediocres que tratan a los lectores que por casualidad ven sus composiciones con embustes y mentiras, pero Alejandro, aparte de ser un poeta exquisito y delicado se ha descubierto últimamente como un escritor Revolucionario de bastante prestigio, su abolengo así lo exige, varios familiares han muerto en los movimientos libertarios y es justo que entre sus sucesores hubiese quien cantara las glorias de las epopeyas magnas que en medio del fragor de la metraya se veían dulcificadas y a la vez alentadas por las melodiosas notas de “Adelita”. Nuestro nuevo escritor, tiene perfiles semejantes a los de Mariano Azuela y Rafael Muñoz, y en poco tiempo su prestigio y su pluma serán definitivos, canta el tránsito de las huestes en líneas apocalípticas, llenas todas ellas de originalidad y de realismo, describe, el combate, con sus tintes apoteó-sicos, el descanso en el campamento, la abnegación de las “chuncas” y en general describe lo verdadero y lo perfecto del motivo Revolucionario. ¿Quien pudo pronosticar a Gómez Maganda su ascenso en el terreno de las letras? nadie, creo que ni el mismo lo sabía, pero su contancia, su afición a los libros y su talento le han proporcionado los elementos para ser distinguido. La exégesis que se le ha dado a sus artículos es la que necesitaba para no desmayar, y ojalá que en muy poco tiempo de a conocer el libro que ya nos anuncia. Con el tiempo cambian las ’cosas y las costumbres, antes sus reuniones eran la casa de Don Ramón y ahora parece que Alejandro tiene su cuartel general en el café del chino Chen. En el libro de mi existencia quedarán grabados los recuerdos de toda aquella vida al lado de Alejandro, el bohemio jovial, el amigo que siempre ha tenido una palabra en los labios y un sentimiento en el corazón. Federico BARRERA F<