galo real, y nosotros tenemos que transformamos para ser dignos de recibir la dádiva de su Hijo. Aunque los que pertenecen a la religión judía están orgullosos de ser “hijos de Abraham", han desdeñado la gracia de Dios en Cristo. Qué diferentes son a aquel que sostienen como su padre! Abraham se distinguió por su fe en Dios; obedeció la voluntad de Dios y por consiguiente disfrutó de las bendiciones de Dios. ¿Pretendemos ser hijos de Dios? Entonces tratemos de llevar siempre su semejanza divina en nuestras vidas, una posibilidad divina si nos sometemos con humildad y fe a los procesos transformadores de la redención de Cristo. Oración: Padre nuestro, dános la gracia por medio de tu Hijo, para proclamar cada bendición que tú nos has dado. Amén. S. 18 de mayo: Abraham lloró la muerte de Sara, Génesis 23:1-9. Cuando Dios le mandó a Abranam hacer cualquier cosa, creyendo que los planes de Dios eran supremos y que aunque sus relaciones personales le eran muy queridas, no dejaba que esto le impidiera llevar a cabo la voluntad de Dios en su vida. Por esto, por todos los siglos se le ha llamado “padre de los fieles." Como es de esperar, Abraham sentía y lloró la muerte de Sara; pero aceptó su muerte como la voluntad de Dios. Sabemos que él amaba mucho a Sara, y en su muerte él nos enseña cómo debemos portarnos cuando hacemos frente a la muerte. Le dio un funeral digno y una tumba muy buena en la cueva de Macpela que todavía existe. Es verdad que amamos mucho nuestro hogar terrenal; pero éste está lleno de enfermedades, lágrimas, dolores, pecado, engaños, muerte y tristezas. Nosotros los salvados tenemos la esperanza de tener un hogar celestial donde estas cosas no existen. Un predicador relató la siguiente historia de un hombre no salvado que vivía en una choza muy humilde. Después que lo visitó y le leyó la Palabra de Dios y oró con él, el hombre confió en Cristo como su Salvador, y quedó completamente feliz. Un día que el predicador lo volvió a visitar porque se encontraba enfermo, le dijo: "Yo soy el hombre más feliz en mi pueblo ahora." El pastor miró sorprendido a los alrededores humildes y le preguntó: "¿Por qué está tan contento?" "Pronto saldré de este humilde hogar e iré a una mansión en el cielo”, contestó el hombre. Nosotros, tal como Abraham, debemos tener bastante fe para soltarnos de los lazos terrenales, es necesario, para aceptar siempre la voluntad de Dios. Oración: Te damos gracias, Padre santísimo, por el hogar que nos espera en el cielo donde no hay tristezas ni tribulaciones, donde tendremos un hogar majestuoso, luminoso y feliz. Amén. D. 19 de mayo: El poder de la oración, Lucas 11:5-13. Según un distinguido médico "la oración es la forma más poderosa de energía que puede generar el hombre." La oración cambia las personas, las situaciones y los destinos. La madre de una nena enfermó de una enfermedad incurable. Muchos doctores le dijeron que no podía vivir; pero ella puso su problema en manos de Dios y le explicó su deseo de vivir por él y por su familia si era su voluntad. Como señal de que la dejaría vivir le pidió a Dios que le diera un niño. A pesar de las predicciones de los médicos, dio a luz a un niño y llegó a ver a sus dos hijos crecidos, lo cual fue una verdadera contestación a la oración. Su hijo es un gran creyente en la oración, y su hija es una madre y esposa cristiana. Su enfermedad no cesó; pero a pesar de ello esta madre y esposa indomable ganadora de almas, pudo continuar su vida activa y radiante, y nunca tuvo que quedarse en cama a causa de aquella enfermedad. Daba gloria continuamente a Dios por el milagro de su vida. Oración: Señor, enséñenos a orar debidamente. Amén. Lección de la Escuela Dominical para el 28 Título: Un Hombre de Pag en un Mundo de Lrcha. Pasaje: Génesis 26:1-5, 12-33. L. 20 de mayo: Un gran amor. Génesis 24:62-67. ¿Se originan los matrimonios en el cielo? Juzgando por lo que vemos y oímos diríamos que no; pero hay muchos que sí. Existe una familia feliz con diez niños; todos saludables, felices, industriosos y religiosos. El marido dijo: “Vi a mi esposa en el templo. Mientras más la veía, más la admiraba. La quise para mí; oré en cuanto al asunto; el Señor parecía decirme: Pídele su mano. Así lo hice. Esa dama dijo que ella también había estado orando en ese sentido: así que, se casaron y vivieron muy felices. Había otra pareja que no tenía nada en común. “No, yo no le pedí a Dios que me guiara en este asunto", dijo el hom- IL HOGAR CRISTIANO 37