democráticos; por ejemplo: acostarse un depurador de estos a lo largo de una banca de plaza pública, en tanto q* las ninas dan fe del hecho, y escuchar éstas vocablos de aquellos que nunca merecieron los honores de la publicidad en papel impreso. Porque entre las prerrogativas entra naturalmente la de hablar fuerte y subrayar las palabras mejor caldeadas en el hornno democrático. De manera que así no hay quien pierda sílaba de las emitidas por estos demoledores de la usur-pacióh. Otra de las ventajas que própor-cionan estas libertades concedidas al grupo de abajo, consiste en que, enemistados ferozmente con el baño y la limpieza de las ropas, .ofrecen un agradable espectáculo, sin tomar en cuenta los momentos de desahogo íntimo en que practican minucioso registro de las vestimentas para extraer de sus pliegues y costuras los picantes insectos que les hacen fiel compañía. Es fácil de presumir cómo quedarán aquellas bancas tfespués de esta detenida labor de caza y pesca. Y asi nada tiene de extraño que un ciudadano pacifico salido a la calle tras de sumergirse higiénicamente en el liquido incoloro, y portando camisa albeante acabada de traer de la lavandería china, vuelva al domicilio ostentando algunos ejemplares minúscu los que recorren en diversas direcciones la almidonada, pechera, recogidos durante unos minutos de descanso en los asientos públicos. Aquello es algo así como el símbolo de la democracia, para comprobar que pulcros o descuidados, todos podemos, llevar hoy visible y palpitante la insignia gloriosa. ¿No resplandece aquí la pregonada igualdad ? Véase-cómo un ejército de parásitos que lo mismo escarabajea entre piltrafas que pasea airosamente sobre alburas invioladas, ha venido a ser el genuino representante de la nivelación social. Los propios diminutos bichos han tenido un resurgimiento benéfico para la clase. Antes habitaban humildes cabañas y aun infectas pocilgas. Vivían y morian, recluidos en lugares recónditos y malsanos, era humillante su condición; nada sabían de ricas residencias, ni de excursiones sobre terreno limpio y bien .".derezado. Pero era tiempo también de que semejante abyecta tiranía tuviese tér mino feliz, y ya los vemos ahora codearse con gentes de pro, dueños absolutos de la luz, en libertad plena, como es razonable que sea en consonancia con esta renovación social que nos ha traido el núcleo depurado'-. No era justo que redimido el pueblo, sa-cados a flote los elementos más abnegados de la gleba, quedaran sin iguales derechoslos insectos que siempre fueron fieles at grupo cuyas cadenas quedaron definitivamente despedazadas en Jauja. Se ve clara la tendencia del constitucionalismo a ir removiendo los bajos fondos, para que ahí, donde la dictadura se cebó inexorable, broten y tomen alas los seres que vegetaron en la obscuridad y en el oprobio. Ahora dime si es de condenarse o nó el apostrofe de aquella dama que evocando a la libertad hace un siglo y pico, exclamaba en el patíbulo: ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre! Y no tengas a mal si en esta mi undécima epístola he tocado un tema que acaso pudiera tildarse de “picante'.’ Tu amigo de siempre, SILVERIO.