REVISTA MEXICANA Semanario Ilustrado. Año L San Antonio, Texae, Septiembre 26 de 1915. Número 3. Pagina Editorial. ¿QUIEN HABRA DE PONER FIN A LA REVOLUCION MEXICANA? Escrito expresamente pare '.a “Revista Mexicana,** por el Sector David Cerna. Elbert Hubbard, filósofo norte-americano, víctima de un submarino alemán, en el desastre del Lusitania,’’ ha expresado la verdad. Nadie, absolutamente nadie, nos huí dicho que fué la Revolución Francesa. Pojemos examinar con todo detenúr'cnto una de las mejores historias imparciales que se han escrito acerca de aquella tragedia humana: la del grandilocuente scritor inglés, Tomás Carlyle. La lectura reposada de esa magna obxa nos vuela la cabeza. Sentimos un mareo indescriptible al pensar tan sólo en ese extraordinark movimiento, en ese remolino evolutivo de heroica intoxicación. Mas, no encontruno. un* expBceción lógica, Mtiafac-toria, convincente, del POR QUE de eaa Revolución. Obaervamos, sí, en el ambiente de es* monstruosa evolución económico-social: sospecha*, odios, tiranías, temores, venganzas, sentimentalismos repugnantes, locos devaneos En ej desarrollo de la trágica lucha, por ejemplo, ae daba de baja * tm jefe porque nada hacia, y * su sucesor se le llevaba a la guillotina porque se estralimitaba en su* actos, tratando de halagar, con ellos, a los directores del movimientc. Las asambleas poUtkas se reunían con harta frecuencia; tan pronto se disolvía un* cuando otra quedaba organizad*. Pero...... en ellas nada se convenía. El REINO DEL TE- RROR continuaba en su apogeo. El 4 de Octubre de 1795 escuchóse un grito estridente, grito que resonó furibundo al través de aquel ambiente envenenado, asfixiante: era el grito espantoso dsdo por cuarenta mil CIUDADANOS parisienses. Nadie sabía lo que deseaba aquella multitud enloquecida. ni esos cuarenta mil ciudadanos daban explicación alguna de su conducta Aquello era nada, quizás........O era tal ves que los jefe* revolucionarios intentaban apoderarse del mando supremo. Porque ellos insistían en que la gran CONVENCION NACIONAL fuera disuelta: cierto* individuo* que * e»l* pertenecían debían ser substituido* por otro*. Reuníórenee lo* miembro* de 1* CONVENCION, y desafiando el fvror del populacho, sin que le* preocupa** 1* tenebrosa idea de que su* cabezas podían rodar de un momento * otro al golpe implacable de la guillotina (pues nadie podía aaegurar que no peligraba su existencia), se decidieron * sostener le autoridad de que estaba investido aquel Alto Cuerpo. Loe salones de la asamblea se encontraban exageradamente repletos de espe.-udore*. No sólo lo* lugares adecuado*. sino también las puerta*, la* ventanas, y hasta la* partes salientes de las columnas interiores del edificio estaban ocupadas por excitados ciudadanos. Trepado sobre la cornisa de un* de las colugina* hallábase un joven militar, llamado Napoleón Bonaparte, silencióse taciturno, inmóvil; observaba con mirada penetrante lo* acto* de aquella austera CONVENCION, en espera, indudablemente, de algo que pudiera eerie de alguna utilidad práctica en *t' inseguro porvenir: de algo que viniera * cambiar la fax de *u inactiva, monótona existencia de soldado, **1 por él considerad* en aquello* momento* de tumultuó** excitación en que todavía nada serio se le habí* confiadc La CONVENCION deseaba conservar su autoridad suprema, y. por tanto, necesitaba protegerse a todo trance. Apelóse al General Jacobino Barra* como el único que po-salvarla de la* garras de lo* amot.nados. Barras había sofocado ya con éxito las intentonas de los inscrrectos desalmados, y de él se esperaba que pudiera verificarlo de nuevo. --- Al llamado intempestivo de la CONVENCION, Barras, que presente se encontraba, pahdeciá notablemente: le responsabilidad que se le echaba encima por aquel Alto Cuerpo , ere tremenda Comprendí* Barras que, en eso* momento* de verdadera prueba, par* someter con éxito * la multitud desenfrenada, era necesario que el Jefe de las operaciones se volviese ciego y sordo * todo acto de compasión contra los alzados. Considerándose casi impotente para llevar * efecto tamaña empresa. Barras se puso en pié, y, echando una mirada escudriñadora * su alrededor, como quien busca un algo de que aairse par* salir ileso de una angustiosa situación. situación qu«, de otra suerte, le llevaría *1 fracaso, observó, altamente conmovido, que la CONVENCION esperaba ansiosa escuchar palabras de aliento de los labios de su SALVADOR, pues asi se le consideraba en aquello* solemne* instantes, instante* de vida o de muerte para la nación. Horrible, a la verdad, era la bicha interior que sostenía el célebre jefe militar. Mas quiso 1* suerte, U casualidad tal vea, que Barra* descubriera 1* presencia de 1* forma diminuta del mayor de artillería (Bonaparte) ocupando, como queda dicho. Id cornisa de una de la* columnas interiores del edificio en que se celebraba la solemnísima reunión política de cuya* deliberaciones dependía el porvenir de Fran- Y* Barra* sabía quién era aquel individuo, joven, de baja eetstura, y cara de bronce, y que con éxito tan brillante había dirigido la artillería en el sitio de Toulón. Barras, en un momento de verdadera inspiración, alzó su diestra, y dirigiéndose hacia el joven oficial, con voz vibrante y de entusiasmo lleno, exclamó, sin vacilar: "1AUÍ, allí tenéis *1 hombre que ha de salvaros I" El joven artillero fué, por ruidosa aclamación, nombrado jefe de la* fuerzas de 1* ciudad. Bonaparte bajó de su periquera, sin pronunciar palabra alguna, y empleó como media hora par* cerciorarse de si los solddo* estaban * favor o en contra de 1* plebe enfurecida, y. por fin, aceptó el encargo. Al siguiente día lo* revoltosos rodearon la* Tullería* *1 grito de LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD. Loe terroristas exhortaban * lo* soldado* a que depusieran las armas: insultaban, reían, maldecían y cantaban alternativamente. Como siempre, las mujeres marchaban * 1* vanguardia de los pronunciados. Paria reconocía el derecho divino de la insurrección. ¿Quién habría de atreverse a hacer fuego sobre aquella multitud desenfrenada, cegada por la idea de que en sus *c-tos de violencia tan sólo hacía uso de un sublime. pnvtle-8 vacilación alguna atrevióse * hacerlo el joven mayor de artillería. Dió la* órden de ataque, e inme JiatamenSe lo* cagones, emplazado» en la* principales avenidas, comen**-ron a vomitar nutrido fuego, sembrando la muerte por to-