________ arrojo, el número y la gravedad de las heridas, todos los dramas de la batalla y todos los méritos, todos los heroísmos de la guerra, de la carne, de los corazones y de ras almas, con la increible variedad de sus matices, que dan reducidos a cierto número de expresiones tranquilas y lacónicas, qec tienen la fría severidad de las frases destinadas al mármo;: efectivamente, han revestido ya. para los que han muerto, la tranquilidad de los epitafios. Las clases sociales quedan aquí mezcladas, sin distinción de grado, en un acercamiento supremo. Más aún que en las filas, el infante se a-vecina al jefe y el soldado raso se codea con el general. Y en fin, sobre cada cita, que pinta y esculpe la figura moral del valiente y la muestra a la luz, se presenta su inmagen física. la reproducción de aquella faz hr mana que es la cubierta leal y la fiel expresión de su valor, el relieve de su voluntad. Gracias a estos dos signos, el retrato se completa, obtiene de una sola vez todos los rasgos. Del primero se pasa al segundo para buscar y encontrar la correlación que los une. La fisonomía explica los hechos; el texto queda Justificado por la franqueza de los rasgos. Se traducen mutuamente con toda fidelidad. ¡Qué conmovedora galería la que ofrece la larga serie de estos rostros varoniles. Tomamos cada una de las hojas que viene a añadirse a las precedentes y comenzamos a examinarla con igual fervor. Éstos hombres modestos, estos desconocidos que merecían ser célebres, ocupan al punto y despiertan a nuestros más altos pensamientos, y nos hacen respirar el aire puro de sus emociones. Los a-bordamos, uno por uno, poseídos del deseo de conocerlos en el breve instante en que, demasiado tarde, pasan ante nuestros ojos y por nuestro espíritu para ya no volver quizá jamás____ Y no obstante, aun sabiendo que no podremos recordarlos bien, los agrupamos con aplicación sincera, como si debiéramos conservarlos inscritos en nuestro recuerdo. No hay uno sólo a quien dejar a un lado. Todos nos solicitan, todos son nuestros a-migos. Si tuviéramos aún nuestra retentividad infantil, los aprenderíamos de memoria. Ya vistan el uniforme o bien el traje civil, que su retrató coincida con la guerra o sea anterior a ella, tienen todos la misma mirada recta, el mismo porte de cabeza. altivo y lleno de resolución. Parece que todos nos confirman: 'ved lo que he hecho’. Algunos tienen un resplandor en la mirada o bien en los labios una sonrisa; bravos mozos sencillos del pueblo ríen sin esfuerzo alguno. Pero la mayoría son serios, meditabundos, como si pensaran para siempre en las cosas que han visto— En cuanto a mí, cuando he acabado de examinar detenidamente el rostro enigmático que aún reserva su secreto, y sólo entonces, me pregunto: "¿Qué es lo que ha hecho este? a su vez?" y con grande turbación, cási sin atreverme a hacerlo, comienzo a leer la cita de la orden del día. Por copiosa de gloria que ella sea, no es larga nunca___Y mientras mayor es el riesgo, más terrible el peligro, más bella la acción que reclama la recompensa____ más se eleva dentro de mi, sin poderme contener, el grito, la imploración, la plegaria: “Con tal. Dios mío, que haya escapado.” Y ¿no es, seguro estoy de ello, el primer cuidado, la angustia dominante de todos cuantos repasan las lineas del temible texto? Y ¡qué tristeza, súbita, profunda; qué golpe el que se siente apenas la palabra: “muerto" viene, después de haber herido a aquel valiente, a herirnos a nosotros, como uua bala fría, y derriba nuestra esperanza! Una piedad indecible nos oprime. ¡Cómo! ¡muerto! ¡Pobrecillo, que no tuvo tiempo ni para gozar de su cruz, de su medalla. de saborear su gloria!---- Mis- terio de esas vidas arancadas dema-s:ado pronto, y que hace pensar en una selección. Y ¡por qué no ha de ser un favor divino el de ser elegido para morir! Queremos creerlo. Pero a pesar de todo, ¡qué alegría, qué descanso cuando llegamos al fin de la “orden del día”, sbr accidente, sin contratiempo____¿Es posible, Señor; que haya sido tan intrépido, que haya estado en un infierno—y que haya estado bien y aún esté vivo?—Es tm milagro— es verdad! Y nos persuadimos. complacidos, de que este invulnerable no tiene ya nada que temer y ha quedado a salvo para siempre. Y enseguida pasamos a otro, para experimentar cada vez la misma turbación ansiosa. Y cómo dejar de evocar también la historia, diferente al principio y casi siempre parecida al fin, de todas esas pequeñas fotografías? Muchas -fueron hechas en tiempos de paz y de ventura, cuando la vida parecía desarrollarse en un porvenir inmenso----- Ah! ¡qué terrible asombro, si en aquel minuto en que estaba el aparato apuntado sobre él, como un cañón, cuando el hombre "no se movía", se le hubiera dicho que aquella imagen se- ría la última y que iría dentro de tres, dentro de cinco años a mostrar a millares de miradas los rasgos de un magnífico soldado,-— insospechado entonces! Otras “pruebas," en gran número, han sido obtenidas durante la guerra y algunas muestran una herida.—cuando fué recibida en la cabeza,—porque todos esos retratos son bustos, medallones, no muestran sino la cúspide de esos bravos: la frente pura, los ojos limpios, la boca de los alegres juramentos y de las solemnes protestas------y el corazón es la línea del blanco por bajo de la cual la fotografía no llega. La mayor parte de esas fotografías son únicas, de un precio inestimable para las familias, que no han consentido en desasirse de ellas sino después de haber adquirido la certeza de que serian tratadas sin brusquedad, con todas las precauciones y miramientos que merecen, y que les serian devueltas intacitas, en la misma envoltura. Podrían! escribirse páginas enteras sobre la conmovedora manera con que proceden los padres al enviar un retrato y la anotación del “Héroe” que era el suyo. No se limitan a pedir sencillamente una inscripción. No___aun teniendo aviso de que solamente habrá de reproducirse el texto publitado en “El Oficial", quieren, a pesar de todo, “completar,” aun cuando no se utilice,--- para que se sepa---Es necesario que hablen de su hijo y1 proporcionan todos los pormenores:-----educado en tal colegio....- obtiivo premios--------..... tenía tal oficio---¡o bien narran to- da su carrera militaf. Pero ni en sus cartas ni en sus visitas, cuando acuden personalmente, j tienen una sola queja____ Jamás uú extremo declamatorio. transportes, gritos de odio contra el enemigo:___Un duelo íntimo y lleno de dignidad los cubre y los mantiene firmes, recogidos----Se siente que no interrumpen su actitud de pie, sino para caer de rodillas. A veces, inquietos y contrariados de no ver aparecer la imagen tan impacientemente esperada, buscada en ca da número, acuden para investigar la causa del retardo— ¿No se habrá perdido el retrato?.....Ante este temor, se. cubren de palidez. Al punto se les muestra, y respiran. Pero lo que no es posible explicar es el movimiento fabril y celoso de las manos, la espontaneidad tierna y dolorosa del gesto,____el éxtasis de la mirada, la adoración muda, y el silencio de plegaria que proclaman: “¡es él, es él!" Y después, esta frase, tan frecuente, que sin tristeza y sin reproche, dejan caer como una absolución: