EL SEMBRADOR ELS E M B R A I) O R- Discurso pronunciado por el Sr. Ing. Agustín Basave Al Inaugurarse el Club "SEMBRADORES DE AMISTAD" de Tampico, Tamps., el día 19 de Noviembre de 1944. Señores Sembradores, Compañeros míos: NUESTRO Club tiene semejanzas con otros Clubes que funcionan cu México. Como ellos, tiende a depurar las normas de conducta en lo que se refiere al ejercicio de las diferentes profesiones y ocupaciones y como ellos procura servir a la Ciudad en que vive. Pero hay algo que lo diferencia de los demás y es su nacionalismo. Nuestro Club nació en México y no en País sajón. Nuestro Club tiene una característica que es exclusiva de él, entre los de su especio: tiende a cultivar en nosotros el sentimiento de solidaridad que debe unir a todas las naciones que arrancan del tronco Ibero y a afirmar en nosotros, el orgullo sin jactancias, de pertenecer a la HISPANIDAD. Es preciso afirmarlo en esta hora aciaga no sólo para la madre patria, sino y por la tradición de su raza, están señalados para cumplir un destino elevado y honroso en la historia de la humanidad. Por ello les damos nuestra estimación fraternal y al constituirlos en SEMBRADORES DE AMISTAD es para nosot-os una profunda satisfacción y para ustedes implica la obligación de cumplir forinal-menles con sus Estatutos y Reglamentaciones y es por ello que os interrogo: Protestan ustedes por su honor cumplir los deberes y obligaciones que les impondrán los Estatutos y Reglamentos de vuestro Club SEMBRADORES DE AMISTAD. Queda desde este momento constituido el Club SEMBRADORES DE AMISTAD de Tampico y repito que a nombre de todos los compañeros Sembradores de Amistad de Monterrey, Saltillo, San Luis para toda la Latinidad. Francia está en ruinas; Italia, vencida; España, dividida y empobrecida. Pero nos queda el ESPIRITU DE LA RAZA; nos queda la satisfacción de que el genio mediterráneo luí producido más del setenta y cinco por ciento de los valores de la cultura contemporánea. Nos queda la convicción de que por nuestra raza ha hablado el Espíritu más de una vez y de que por el arrojo y la pericia náutica de nuestros antepasados se ensanchó el mundo. Labor de zapa de gente enemiga y de quienes por inconcicneia o por pasión, por debilidad o por mala fé, les han venido haciendo el juego, ha sido la de denigrar la obra española en América, la de tratar de desvincularnos de nuestra tradición y, so pretexto del mexicanismo, pretender que debemos ver a los aborígenes de este Nuevo Mundo, como exclusivos antecesores nuestros y renegar Potosí, Orizaba e Irapuato, que felicitamos a ustedes calurosamente y deseárnosles éxito en todas las obras sociales que acometan que ineludiblemente contribuirán a formar de nuestro México un México mejor. Tampico, Tamps., Noviembre 19 de 1944. CORTESIA DE: fianzas SMontene^, S. de la obra fecunda que nos dió fé, idioma y estilo. Es de una parte de esta gloriosa herencia, de lo que voy a hablar a ustedes en esta ocasión. Pretendo hacer mis siguientes palabras el elogio de nuestra lengua. NUESTRA LENGUA En la soledad de su regia estancia del Monasterio de Yuste, Carlos V elevaba diariamente sus preces por el triunfo del bien sobre el mal y porque Dios le diera acierto en su gobierno, al joven rey, Don Felipe II. La lengua se le endulzaba con las cadencias del castellano, y este idioma le fluía más naturalmente, al dirigirse a la Divinidad, que el áspero nativo, aprendido en el ambiente de la Corte de Gante. El César había dicho: “Cada lengua «pie se aprende, es un alma más (pie se adquiere”. Y el alma adquirida por Carlos V, al aprender nuestro romance, era la que se manifestaba en sus coloquios d- Yuste. En el paralelo que hizo entre los idiomas Europeos, dijo que el inglés era lengua para hablar con los pájaros; el alemán, con los caballos; el francés con los hombres; el italiano, con las damas y el Español, para hablar con DIOS. Nuestra lengua no prosperó en la tierra estéril de los gramáticos y los retóricos. Brotó de los labios del pueblo que deformó el latín vulgar de los siglos inmediatamente anteriores al milenio; apareció ya capaz de exteriorizar el alma sobria y guerrera de Castilla en el “Po& ma de Myo Cid”; adquirió caudal de CORTESIA DE: Cortés, S. (S^l. ¿Monterrey, ¿Ni. ¿£. voces en boca de los traductores del Fuero Juzgo y en la de Don Alfonso el Sabio; maduró en el poema de Juan Ruiz; en los romanceros y en /a prosa de la Celestina; se hizo alada y sutil en las obras de los grandes místicos y apareció ya llena de galas, primores y riquezas, desde la segunda mitad del Siglo XVI, para llegar a la cima, señera y altísima, donde campearan los más claros ingenios de la Edad de Oro: Cervantes, Lope, Quevedo, Góngora, Tirso, Calderón . . . Ya en el reinado del gran Austria, entre las damas y los caballeros de Italia “se tenía por gentileza y galanía saber hablar castellano". Escaligero se pasmaba de la abundancia de nuestra lengua y la alababa por su ductilidad y su eufonía. Enrique IV de Francia la estimaba sobremanera y se la hizo enseñar por Antonio Pérez. Tanto preponderó en aquella nación, que Rivaroles, autor de “La Universidad de la Lengua Francesa”, se vió obligado a confesar que el español formé) parle importantísima de la educación francesa en los siglos XVI y XVII y que “en tiempo de Corneille, su literatura aún era completamente española". D’Alembert admiraba en nuestro idioma la feliz mezcla de vocales y consonantes dulces y sonoras y la tenía por la más armoniosa del mundo. Hánla alabado propios y extraños; pero en estas breves líneas solo queremos consignar lo que en su honor han opinado algunos de los ajenos. “Verdadera mina de oro” la llamó Hurst; “De un valor tremendo”, la consideró Tarkington; CORTESIA DE: Sociedad Señera! de Crédito, S. c^. ¿Monterrey, ¿N. ¿E. — 6 — — 7 —