Juegos Infantiles DESDE JAUJA A 20 de Febrero de 1916. Mi muy estimado amigo: No ignoras que mi solterismo me ha privado de conocer las delicias de la paternidad, lo cual no quita que me encanten los niños y vea en ellos la representación de los futuros glo-rificadores de la patria, cosas ambas suficientes para que los chiquillos me despierten el más vivo interés. Siguiendo estas inclinaciones de mi espíritu y dándome a la observación del medio en que nos agitamos, te aseguro que me produce un júbilo es-pecialisimo meditar sobre las grandezas que le están reservadas a Jauja, cuando los retoños de hoy se miren convertidos en hombres cabales. No es preciso poseer milagrosamente el secreto de la adivinación para afirmar que los ejemplos puestos a la vista de los actuales pimpollos que corretean entre los ocho y los doce años, dan la certeza de lo que será este país dentro de veinte o veinticinco. Nosotros, los que pasamos niñez y juventud oprimidos por el circulo de hierro de una paz artificiosa, tuvimos que sentirnos amodorrados, laxos, sin ánimo para las luchas redentoras, aplastados siempre por la mano omnipotente de la tiranía. Y a-penas si entrábamos en calor cuando de niños se nos relataban por nuestros progenitores hazañas de otros tiempos, y cuando ya más cre-ciditos nos entregábamos a lecturas de episodios lejanos en que la espada y el fusil eran embrazados con brioso arrebato para castigar despotismos y vengar afrentas. Nos faltó el ejemplo vivo, que es la mejor enseñanza de todas las doctrinas. ¡Cuán venturosos lo.s chicos del día, a quienes ha tocado una época turbulentamente libertaria, con su magno y lucido cortejo de incautaciones, derrame profuso de bilimbi-ques, diluvio de decretos, estruendo de fusilería, ametralladoras y cañones, desfile pomposo de ejércitos legalistas exhalando olor democrático químicamente puro, y en cuya indumentaria se ostenta, junto al claveteado zapato yanqui, el amplio sombrero “huichol” de manufactura nacional I Ya conoces la tendencia peculiar de los chiquillos a imitar todo aquello que miran u oyen. Se presenta en el pueblo un par de ciegos tocando bandurria y cantando coplas, y a poco ya están las coplas en boca de todos los pilietes, y entre sus dedos unas hojas de maiz haciendo funciones de bandurria. Acude un prestidigitador, y al punto la caterva infantil se adiestra en el escamoteo de monedas extraídas de los bolsillos de papá. Llega una compañía acrobática, y ya están los pequeñue-lo's improvisando en los patios su circo casero y haciendo equilibrios en el alambre, a semejanza de los acróba tas que fueron un tiempo reservistas y senadores, para tornarse, al correr de los años, en representante^ de Primeras Jefaturas pre-constituciona-les. ¿Qué quieres, pues, que hagan hoy los mocosillos en Jauja? Gritar Vivas a Zapata, a Valla y a Carranza, armarse de fusíleles de madera y espadas de hoja de lata; ceñirse las piernas con desperdicios de tela para fingir la polaina renovadora; cruzarse el pecho-con cartucheras fabricadas a domicilio, repletas de casquillos abandonados en campos y ciudades por los guerreros de verdad; encasquetarse sombrerillos de aristocrático petate; formar grupos callejeros que marchan al redoble de tamborci-llos y al són de cornetas, montados en nerviosos corceles de palos de escoba, y lanzar por aquellas bocas que todavía chorrean la leche maternal, sapos y culebras de los mismos que vomita la falange depuradora. Y al menor desconcierto en las filas, la espada que vibra en lo al-, to, el fusil que apunta, el caballo que se convierte en instrumento contundente, la gritería que asorda al vecindario, y por final de la bélica jornada, dos o tres chichones, un par de cráneos lesionados, el lloro chillón de estampilla, y los aspavientos de mamá que sale despavorida a la calle con el peine en la mano y la cabellera alborotada, al oir los lamentos del hijo de sus entrañas... ¡Ya hubo sangre, como cumple en toda pelea heroica 1 En estos ejércitos no hay soldados rasos ni menos reclutas: este es General, el otro Coronel, el de más allá Capitán. ¡Siempre tirando a lo alto estos inocentes! ¡Oh, deliciosa pe netración de los niños, que no se resigna con . el pape! humilde, sino que aspira a puesto de viso y relieve, copia fidelísima de lo que hacen los hombres maduros y barbados 1 Estos pilietes han visto cómo salen de los cuarteles pelotones de soldados en retozo grotesco, dándose puñetazos, empujándose sobre la da-mita que atinó a pasar entre el grupo, y soltando a pulmón lleno palabras evangélicas propias del vocabulario libertador. Y al salir de las escuelas, el cuadro se reproduce por aquellas criaturas que llegan al domicilio con las caras encendidas y sudorosas, las ropas empolvadas o hechas girones, y echando fuera la lengua por donde han escapado los dicharachos redentores, aprendidos con más acierto que la lección señalada por el paciente dómine. ¿No te imaginas cuántos Zapatas y Villas y Carranzas surgirán de estas columnas infantiles? ¿No te das a pensar qué hermoso porvenir el de Jauja, vigorizado el espíritu de estos nenes por el aliento renovador de nuestros días? Ellos si que serán varones duchos en las peleas a sangre y fuego, no como nosotros, desventurados mansos, que sentimos sobre nuestras frentes el peso de una paz ignominiosa, y llevábamos en ellas el estigma de la servidumbre’ irredimible. ¡Tus grandezas adiví-, oh; la Jauja del futú-, tras el Plan de Guadalú-del viejo barbas de cbi-1 ¡Cómo siento que mi vino mire yo prolongá-para verte prestigiá-en los años venidé-por gentes del mismo pede Venus, Villa y Zapá-1 Y cierro esta mi vigésima-primera epístola, enviándote un cariñoso a-brazo. Tu amigo y colega, SILVERIO.