ELSACRAMENTO DE LA PENITENCIA 23 Es difícil tratar estas objeciones con seriedad, sin reírse. Yo he escuchado confesiones durante cincuenta años, y todos los que se han confesado conmigo, ninguno ha intentado ofrecerme alguna compensación por perdonarles los pecados, y esto les pasa a todos los sacerdotes que conozco. La verdad es ésta, el sacerdote que acepte alguna gratificación por haber perdonado los pecados, se haría reo de simonía y sería castigado con retirarle las facultades para confesar. Pero se dice que la confesión es un yugo intolerable, que convierte a los que la practican en esclavos de los sacerdotes. Antes de contestar esta objeción, es bueno llamar la atención sobre la inconsistencia de nuestros adversarios, que formulaban cargos contradictorios. Al mismo tiempo que denuncian la Confesión como .mala por cuanto .induce á pecar más, la atacan porque enseña al hombre a obedecer y a refrenarse. En un caso es un lecho de rosas y en el otro un lecho de espinas. No puedo comprender en qué sentido la parte católica de nuestra población sea menos independiente que la otra protestante. La única restricción, que yo sepa, impuesta a los católicos por el clero, es el yugo del Evangelio, el mismo a que debe estar sujeto todo cristiano. Ninguna comunidad cristiana goza de más libertad que la católica, porque la conducta de esta es guiada, no por el variable ipse-dixit, (lsí lo dijo de un ministro, sino por la enseñanza invariable de la Iglesia de Jesucristo. Pero si amar a sus sacerdotes, reverenciar su sagrado carácter, obedecer su voz como la voz de Dios, y desear hacer un sacrificio, por su padre espiritual, es esclavizarse, entonces los católicos sí son esclavos; pero viven muy contentos con sus cadenas. Ni siquiera nuestros devocionarios han escapado a la crítica mordaz de los santos fariseos de nuestros tiempos que se llenaron de horror porque traen una lista de pecados para favorecer el examen de la confesión. La misma flor que da miel a la abeja, proporciona veneno a la avispa; y, de la misma manera, el mismo libro que proporciona el consuelo a una piadosa persona, no tiene más que veneno para los que buscan tal cosa en sus páginas. ¿Cómo pueden escandalizarse por la lista de pecados que aparecen en nuestros devocionarios los que continuamente abogan por la propagación de la Biblia, la cual