Diplomáticos,"del A. B. C. Representantes Sur-Americanos que aconsejaron el reconocimiento de Carranza. -------x------ BELGICA HEROICA Y MARTIR La revista parisién “L’Art et les Artistes” consagra su último número a “Bélgica heroica_____y mártir.” Os entre los trabajos que publica, traducimos este bello artículo del gran poeta Emilio Verhaeren. El viejo cantor belga parece haber tornado a su juventud para cantar con digno orgullo el heroísmo y la esperanza de su patria: No quisiera que estas líneas fueran como el texto de un epitafio sobre las ruinas de nuestras poblaciones aso ladas. Porque aún hierve entre su?r cea.z*'-* la vida, del mismo modo que la primavera circula, desciende v remonta 8 flor de tierra en el invierno. Flandes y Walona. han vivido días tan amargos-como los prest ules: Bor-goña, España, Austria, las hirieron y despedazaron a su vez. Pero no fue-ron muertas; porque fueron hechas para una perenne resurrección. Mas aunque la Esperanza nos anime y proteja contra el viento fatal la lámpara que arde al cabo del camino, no por eso es menos cierto que la hora que suena es grandemente dolorosa y terrible. Para reducirnos, no se ha conten* tado Alemania con enviar a sus hombres al combate, sino que los ha enviado también al incendio; no se ha limitado a hacer la gv-erra al soldado que pelea, sino que además la ha hecho a la madre que engendra y al niño que crece. Ha caido sobre nuestra casta entera. Y no solamente ha querido destruir nuestro porvenir, sino también nuestro pasado. El odio es completo. Nuestro porvenir es nuestra espe ranza, y, aunque arda en fervor, está aún por realizar. Se oculta en nuestra alma: no se.le puede ver, ni tocar. Y, sin embargo, es tan real como nuestra presencia en la tierra. Por el contrario, nuestro pasado es ■ visible y palpable: está plasmado en las piedras de nuestras moradas y monumentos. Desde el siglo XI y XTI, simbolizamos nuestra fe en la fabrica de nuestras iglesias: ornamos nuestros templos con una decoración, a la vez realista y mística, expresando asi plenamente nuestro pensamiento en todo su matiz. A ¿artir del siglo XIII, nuestro orgullo cívico se declara y afirma en los campanarios de nuestros Consejos; domina nuestras habitaciones privadas, nuestras plazas públicas, como una advertencia de que nuestro deber cívico está por encima de nuestros intereses particulares y rencillas públicas. Hemos creado nuestros oratorios para satisfacer nuestro anhelo de meditación y soledad. Nuestros mercados y soportales, con sus pañeros; merceros, carniceros, corredores, declaran nuestro amor al trabajo, la industria y el comercio. Hemos creado, en fin, magníficas y bellas cosas; de nuestras manos han salido verdaderas obras maestras. Toda nuestra vida histórica fue ardiente y personal, y difiere de la de los otros pueblos. En dos ocasiones, en el siglo XV y en el XVI, hemos dado al mundo, gracias a nuestros pin lores, una lección de arte. Y ahora nuestra escuela literaria, apenas nacida y ya ilustre, coloca entre los más afamados los nombres de nuestros escritores. América y Euro pa los conocen. El más ilustre de todos ha sido colocado en el rango de los Caryle y Emerson. Y estas floraciones estéticas han sido en cada^eta-pa la consecuencia de una larga y segura prosperidad material. Y en las luchas comerciales de Occidente es Bélgica quien otupa el lugar inmediato a Inglaterra, Francia y Alemania. Por eso podemos hacer ostentación de nuestros méritos con autoridad. Y somos dignos de permanecer independientes y libres, porque poseemos cualidades étnicas que nos son propias, contribuyendo con ellas a la fuerza, variedad y beljeza del mundo. Nos—faltaba, quizá, cierta gloria guerrera. Mas he aqui que. gracias a nuestros enemigos, la hemos adquirido. Hemos tenido el honor—¡oh!, ciertamente, sin saberlo—de ser jos primeros en defender todo un pasado de esplendor y civilización. Grecia y Roma nos acompañaban invisibles. Allá, en el cielo nocturno de Lieja se agitaron las alas de Palas Atena, mientras sobre nuestras cabezas navegaban los zeppelincs monstruosos. Ninguno de nuestros soldados flamencos o -walones, y aun nosotros mismos, tuvimos siquiera un vislumbre de lo que nuestra acción significaba. Sólo lo supimos más tarde, -cuando el sentido moral de esta guerra se hizo visible. Los teóriebs alemanes h?n declarado su sueño de ci-k vilización al modo asiático, en el que los pueblos sufren los unos el yugo de los otros; evocaron los tiempos (Pasa a la penúltima).