LA VIOLETA . Do quiera señales veo De una sabia Providencia Cercada nuestra existencia De previsiones sin fin. Si el mar sus olas mujientes ..Levanta audaz como montes, De luz ricos horizontes Ciñen su vasto confín. /Qué la vida si de goces Fuera sola una cadena/ Si no existiese la pena Para apreciar el placer/ /Qué fuera el pesar sin llanto Que fuera sino un ensueño/ /Qué en el eden mas risueño El hombre sin la mujer/ Trepa débil bejucillo Sobre eí olmo poderoso, Y en festones deja airoso Sus verdes hebras colgar; Y sus hojas se entretejen Y entablan tierna porfía,, líl olmo en seguir de guía Y el bejucillo en flore.ir: (.rece un árbol solitario En un lugar apartado, Sin verde césped al lado Sin sentir junto una flor /Sufre el árbol/ No: dichoso Mil veces le dan su arrullo, Una fuente su murmullo Los céfiros su frescor. Como entre tosca materia P21 diamante su riqueza Oculta naturaleza Doquier la mano de Dios. Perdón, pues. Señor, si á veces Lanza mi alma ayos dolorosbs De hoy más, himnos fervorosos Solo elevará hacia vos. i - De hoy más, Señor,y o lo d.udo Mo atormentará mi mente, Procuraré indiferente Decifrar mi porvenir: - No traduciré en mis juicios Equivocando el sentido. Por “‘llanto, pena y gemido’’ Í/Nácer, vivir y morir. Agripina hamper cié A. EL HOMBRE. La mujer siempre se ocupa de la mujer misma, para ella son sus con ceptos procurando morijerar sus eos lumbres. El hombre escribe y ,habla de la mujer ya ridiculizando sus ac clones cuando no criticándola, y po cas muy pocas veces haciéndole justicia: es el tema siempre de sus tiros y diatrivas. ¿No podremos nosotras ocuparnos, aunque sea una vez, del hombre? Ahora va nuestra revancha, día se había de llegar de que pagásemos una deuda; de que el punto que tocáramos fuera la parte fuerte de la mitad del género humano; pero no os asustéis, señores nuestros, nos ocu pamos del hombre, no para reprocharle, que nada podremos decir por mas que á nosotras nos culpe de sus adversidades y desgracias: vamos á considerarlo como un ser para nosotras querido y respetado, como pa dre: /y podremos acusar á un padre/ nunca porque todas lo tenemos y muv venerado por cierto. ¡El padre! hé aquí un ser que for rna nuestro encanto, sin inspirarnos la confianza que la madre, es nuestro adorable pabacifo á quien mimamos y arrancamos ciertas conseciones con nuestros halagos y cariños, él'des pues de servirnos de sosten y de es cudo nos complace en nuestros pue riles deseos y habremos de. manilcs tar con orgullo que son mas conde ccndierites con nosotras que co,n los hijos varones, para nosotras pocas veces tiene una negativa, cuando no es un actoi reprobado, se entiende, y casi siempre el hombre se vale.de las hermanas para conseguir algo del padre cuando no para que le de su amnistía en alguna falta que ha cometido. • , . : ¿Cómo no querer con toda, la adoración á un padre? Vedle en ¿I san-