Cómo Hizo Espana su (Sigue de la 11a. pág.) 8l<5n de sesiones de las Cortes hasta el día 2 de enero... Esta suspensión ocurrió ej 20 de septiembre, de manera que habían estado reunidas unos tres meses y medio las Constituyentes.* * En los tres meses y medio sólo trataron en una o dos sesiones de la Constitución. El Gobierno, aprovechando el pérmico que le ha dado la Cámara, suspende las garantías constitucionales y empieza a actuar dictatorialmente. Deja que se cumplan varias sentencias de muerte de los Tribunales militares. Rechaza el Cuerpo de Artillería, disuelto en tiempos de don Amadeo. Llama a filas a ochenta mil reservistas. Busca dinero y compra equipos, armamento, caballos, municiones. Establece, además, la censura de prensa. Estas medidas no acaban con la Guerra carlista ni con la insurrección de Cartagena, pero, al menos, afirman en el resto de España el orden y tranquilizan un poco a las clases conservadoras. Empiezan a volver las gentes que emigraron después del 23 de abril. Los antiguos radicales se adhieren decididamente a la República y van a formar, dentro de ella, un gran partido de derecha. .. Castelar quiere acabar de conquistarse a las personas de orden y reanuda las relaciones con la Santa Sede, que estaban iotas. Pero esto hace estallar ia indignación de los republicanos de la izquierda y aun del centro, que desde hace ya tiempo están descontentos de su vigor con los federales y de su benevolencia con los reaccionarios. Pi y Margal 1 y Figueras —que ha vuelto de Francia—censuran agriamente la política del Gobierno. Don Nicolás Salmerón mismo; don Nicolás Salmerón, presidente de la Cámara, que ha apoyado hasta entonces a Castelar, dice que el “modus vivendi” con Roma es inaceptable... ¿Se podrá sostener el Ministerio con tra tantos enemigos? IA CAIDA DE CASTELAR En esa duda reanudan sus sesiones las Cortes Constituyentes el día 2 de enero de 1874. Castelar loe un discurso, dando cuenta de los trabajos del Gobierno durante los cien días de vacaciones parlanien tarias, y la Cámara Jo acoge fría y silenciosa. En seguida, unos diputados adictos al Ministerio piden que se le dé un voto ds confianza, y se entabla un debate, en el que los líderes de la Cámara van exponiendo su actitud. Romero Robledo, León y Castillo y Esteban Collantes, monárquicos, dicen que apoyarán al Gobierno. Becerra, nuevo Republicano, también. Algunos izquierdistas hablan Juego contra Castelar, y varios diputados ministeriales les replican. Por fin, Salmerón, que ha dejado su sillón presidencial y está, en un escaño, se levanta. Se hace un gran silencio. La voz que va a sonar es decisiva. Si ella quiere, el Ministerio se salva; si ella quiere, caerá... Ella quiere que caiga. “Fidelidad a los principios...” “Consecuencia ... ” “Sentido conservador de la República fuera de su órbita...”, se le oye decir. Y luego se hace dura, sarcástica. — Una política—exclama el orador vuelto hacia el banco del Gobierno,—tina política, que enerva y descompone al Partido Republicano... Suenan aplausos. En el banco azul. Castelar, señudo, se rasca nerviosamente los bigotes. Los ministros están todos muy cabizbajos y sombríos. ¿Está perdido el Gobierno? Todavía no. Todavía puede rectificar y hacer concesiones a sus correligionarios. Salmerón ha acabado prometiéndole su apoyo si no se aparta de sus ideas. Figueras, que anda paseándose por el salón de conferencias, dice que, según e] tono que tome Castelar, votará él. Llegan de la calle rumores alarmantes. Dicen que el capitán general Pavía está sacando la tropa de los cuarteles. Dicen que los voluntarios republicanos andan formándose. Dicen que están reunidos el duque de la Torre, don Nicolás María Rivero, Topete, Sagasta, Mar-tos, Echegaray... Ya es ei día 3 de enero, la madrugada, cuando se levanta a hablar Castelar. . , —¡Soy sospechoso al Partido Repubn cano!—exclama—Soy sospechoso porque le digo la verdad, como se la dije a los reyes. Porque le digo que él solo no puede salvar la República y que no gobernará como no condene enérgicamente, y para siempre, a esa demago-Kia... ., , El brazo tendido del presidente sena-la a loe federalistas, que permanecen silenciosos. Sus amigos le aplauden. Y él sigue haciendo la historia de tn BARCO FUTURO; EL ‘INDIVIDUAL’ Alan Haemcn, estudiante de la Universidad de Syracuse, New "\ork, lotograjiado a su, llegada a París, Francia, en agosto del año pasado, después de 41 días ae viaje, desde Amsterdam, Holanda, remando en su "barco individuaV . Fnibarca-clones asi, para una o dos personas, aunque dotadas del confort rnoaano, son anunciadas pava un futuro próximo, por los expertos. :S ‘.. ívfí:-?:-:-' í'irivii*? S# • : • >- -................ ■.*."■• •eX'»e 8 (Viene de la página 6) presenten e¡ mayor número de seguridades, y además, la invención de aparatos a fin de que cualquier persona sin conocimientos de marino, pueda lanzarse al mar. El capitán Grange ha presentado varios modeles de embarcaciones de caucho, con capacidad hasta para tres personas y con todo género de comodidades, asegurando que el pequeño buque es insumergible. Respecto de los aparatos que servirían para fijar la ruta de esta excepcional embarcación, cree el marino que podrán adoptarse los inventados . por marino inglés Thomalson, y que posiblemente sean empleados en los nuevos barcos de la White Star. Por lo que respecta a la maquinaria del barco individual o familiar, predice que antes de dos años será inventado en Inglaterra un poderosísimo motor que consumirá un mínimo de combustible a fin de que un pequeño depósito sirva para alcanzar una distancia mayor de mil millas. Predice Grange que estos botes del futuro podrán cubrir la distancia entre los Estados Unidos e Inglaterra en unos veinticuatro días, cuando más. carrera política, recordando sus ideas, sus predicciones. —Yo dije que teníamos pocos hombres que pudieran representar grandes agrupaciones; que estos hombres se gastarían muy pronto, y que el día en que tres o cuatro de esos hombres estuviesen imposibilitados o desacreditados, moriría con ellos la República. Pues ya estamos desacreditados todos, todos sin excepción... ¿Qué va a pasar a esta República? ¿Qué le va a pasar mañana...? * Los diputados entran y salen, muy agitados hablan en voz baja... Muchos miran, inquietos, hacia los pasillos... Es que por los pasillos corren noticias impresionantes. Se dice que el Prado está tomado por las tropas, y que Pavía y sus ayudantes están en la Cervecería Inglesa, de uniforme, con los caballos a la puerta. Castelar está acabando su discurso... ____., ,Y ahora, puesto que soy sospechoso al Partido Republicano, puesto que soy un dictador estéril, puesto que traigo los Partidos enemigos de la República a este sitio, yo os pido que tratéis de substituirme, que me substituyáis pronto... Se vota la proposición de confianza. Tiene cien votos, muchos de los cuales son de monárquicos o de ex-monárqui-cos. En contra, ciento veinte. El Gobierno dimite y se vota de nuevo para elegir otro presidente del Poder Ejecutivo. Parece que será don E-duardo Palanca.. • LAS TROPAS EN EL CONGRESO Se está haciendo el escrutinio, cuando Salmerón sube, precipitadamente, a la Presidencia, y exclama: —Señores diputados: hace pocos minutos que be recibido un recado u or- den del capitán general—creo que debe ser ex-capitán general—de Madrid, ministro de la Guerra, lo declara dest| luido de su cargo, honores y condecora clones. Varios diputados se ofrecen para salir a leer este decreto a las tropas que están a la puerta del Congreso. Pero no’ pueden salir porque las tropas entran ya. “El Diario de Sesiones” cuenta la escena. La cuenta así: “El señor Calvo: M—La Guardia.civil entra en el edificio preguntando a los porteros la dirección, y diciendo que se desaloje el edificio de orden del capitán general de Madrid. “El señor Benítez de Luga: **—Que entre y todo el mundo a «1 asiento. “El señor presidente: “—Ruego a los señores diputados que se sirvan ocupar sus asientos y que sólo esté en pie aquél que haya de hacer uso de la palabra. “El señor Benítez de Lugo: °—La tiene S. S. “Ej señor Benítez de Lugo: “—Es para rogar a los señores diputados de la izquierda y del centro que han votado conmigo, que yo no puedo ser sospechoso, porque he consumido un turno en contra de la política del señor Castelar, que en este momento la Cámara entera dé un voto de confianza al señor Castelar. “(Muchos señores diputados: “—Por unanimidad.- “El señor presidente del Poder Ejecutivo (Castelar): “—Ya no tendría fuerza y no me e* bedecerán. “Ei señor presidente: “—Ruego a los señores diputados que ocupen sus asientos. No tenemos máa remedio que ceder ante la fuerza, pero ocupando cada cual su puesto. Vienen aquí y nos desalojan. ¿Acuerdan los señores diputados que debemos resistir? ¿Nos dejamos matar en nuestros asientos? “(Varios señores diputados: “—Sí, sí; todos.) “El señor Presidente del Poder Ejecutivo (Castelar): “—Señor presidente, yo estoy en mi puesto, y nadie me arrancará de él. Yo declaro que me quedo aquí, y aquí moriré. “Un señor diputado: “—Ya entra la fuerza armada en eeU Balón. “(Penetra en el salón tropa armadaJ “(Varios señores diputados: “—Qué escándalo.) “El señor presidente del Poder Ejecutivo: “—¡Qué vergüenza! * “(Varios señores diputados: «—Soldados: ¡Viva la República f* derail ¡Viva la Asamblea soberana!) “(Otros señores diputados apostrofan a los soldados, que se repliegan a la galería, y allí se oyen algunos disparos, quedando terminada la sesión en el ao-t0“Eran las siete y media de la mañana.” ........................... N De este modo terminó la primera República española... Es decir, terminó sólo el hecho, porque, oficialmente, la máquina que entonces se montó para gobernar a España siguió llamándose “República/* Pero se le llamaba tan sin Luego, amargamente, exclama: — ¡Yo he reorganizado el Ejército;] pero lo he reorganizado no para que ae volviera contra la legalidad, sino para que la mantuviera. . J Está confuso, emocionado, y los diputados de todas las facciones le aplauden. Uno propone: — ¡Que se dé un voto de confianza ni Ministerio que ha dimitido! —No—replica Castelar;-aunque la Cámara lo votara, este Gobierno no podría ser Gobierno, para que no se dijera nunca que había sido impuesto ftor el temor de las armas a una Asamblea soberana ... Hace una pausa, y, bajando la cabeza, suspira: —Lo que está pasando me inhabilita a mí perpetuamente, no sólo para ser Poder, sino para ser hombre político... razón que, cuando unos meses después, el general Martínez Campos le arrancó el rótulo, ningún republicano tuvo la impresión de haber perdido nada. ...De este modo terminó la primera República, sin violencia, sin sangre. Los doce mil feroces voluntarios republicanos de Madrid, copiosamente armados y municionados, que los días do paz corrían las callos pidiendo las car bezas de los republicanos menos feroces; los bravos “descamisados”, que el 23 de abril aullaban contra el Gobierno, porque no les dejaba asesinar a Recorra y al marqués de Sardoal; los indomables federales, que se alzaron en armas contra la tiranía de Pi; los inr exorables periodistas, que llamaban traidor a don Nicolás Salmerón, todos, todos, se encorvaron mansamente bajo el látigo del general Pavía. Vicente SANCHEZ-OCAÑJ^* (De —Madrid) e por medio de dos ayudantes, para decir que o se desaloja el local en un plazo perentorio, o que, de lo contrario, Jo ocupará a viva fuerza... Estalla un tumulto inmenso que ahoga las palabras del presidente. En el estruendo se destacan voces furiosas, desesperadas, que gritan injurias: — ¡Es una infamia! — ¡Es una cobaría miserable! Poi* fin, Salmerón logra volver a hacerse oír. —Puesto que todavía tenemos aquí la nio; que el Parlamento Be declare en sesión permanente, y que resísta hasta que lo deshagan por la fuerza; que so unan todos los republicanos ante el peligro comón; que el Ministro Castelar continúe en e¡ Poder hasta que pase la amenaza... Le aplauden con entusiasmo. — ¡Viva la soberanía nacional!... ¡Vi va la República!—gritan los diputados. El no cree que deba suspendere el escrutinio. —Pueto que todavía tenemos aquí la libertad de acción—dice—continuemos. A un diputado de la izquierda se le escapa un grito efusivo: — ¡No! ¡Te creemos leal! Don Emilio parece no halarle escuchado. Está un momento silencioso, como perplejo. —Así es. s i- v •?. por, fin,—que a mí no me toca demostrar que yo no podía tener pai <.e a.guna en esto. Aquí, con vosotros, los que esperéis, moriré y moriremos todos... Y ae sienta. El diputado Chao pide que se declare a Pavía fuera de la ley. Entre aclamaciones y tempestades de aplausos, el general Sánchez Bergua, PAGINA 15