DI AMBNTS/ DE L EX E N D fl hace poco, teniendo que poner pensión para ganarse el pan. En 1901 el “Diamante Azul”, fué vendido al príncipe ruso Kanitowski, que fué asesinado por los nihilistas. Lo adquirió un joyero griego, que pereció en un accidente con su mujer y sus hijos- Pasa a manos del sultán de Turquía Adbul.Hamid, que fué derrocado por los jó venes Turcos, Kulub-Bey, el eunuco a cuyo cargo estaba el tesoro del sultán, fué ahor cado en las calles de Constantinopl'a. La nefasta joya fué comprada -¿n la suma de dos millones por un mercader de diamantes, el señor Habib, de origen persa, quien a poco pereció en un naufragio. El “Diamante Azul!” regresó a París en 1910. Lo adquirió el señor Gartier, joyero de la Rué de la Paix y lo vendió en....... 1,500.000 francos a un norteamericano rico, Mr- Mac Lean, a pesar de que éste cono cía la mala reputación de la joya, que l!a conocía tan bien, que el caso de influencia nociva fué previsto en el contrato de venta, en esta cláusula singular: “En el caso de que ocurriese una desgracia a la familia de Mac Lean durante les seis primeros meses de la posesión del “Dia manto Azul;”, el vendedor consiente en cam biar el mencionado diamante por alhajas de un valor igual”. Nada ocurrió de grave a la familia Mac Lean durante el lapso indicado; pero al cabo de un año empezaron las tribulaciones. Dos criados huyeron de la casa llevándose valores por una suma importante; Mr. Walsh, la madre de Mac Lean, cayó gravemente enferma y murió. Sobrevinieron todavía nuevas desgracias, coronadas por la muerte del propio Mac Lean, arrollado por un automóvil. El 30 de mayo de 1928 los diarios publica ban la siguiente información: “Se nos informa que esta mañana ha fallecido en Londres el Duque de Newcastle. El duque poseía el famoso diamante conocido con el nombre de “Diamante Hope” que por mucho que nos remontemos en su historia, ha acarreado siempre desgracias a sus poseedores”. xxx ¿Qué conclusión sacaremos de todo esto?..- ¿No hay en el! caso del “Diamante Azul’ ’sino una concurrencia fortuita de circunstancias ingratas, o bien pensaremos con los astrólogos y los cabalistas que hay piedras nefastas?. . . ¿Qué no se ha dicho, por ejemplo, del ópalo, cuya pretendida in-fl’uencia nefasta es tan conocida? ¿Por qué ese “Diamante Hope” de suave brillo azulado, habría causado desgracias a su paso? En su “Latín Mystique” Remigio de Bour mont nos enseña que en su “Liber de Planc-tu Naturae” Alain de Lisle, que fué obispo de Auxerre, decía que el diamante (Adamas) es la piedra superior por exeei'encia, y que según el monje Conrado de Hairn-bourg, que murió en 1360, esa gema significa “la, fuerza en el sufrimiento". xxx Las virtudes que los oculistas han reconocido aí diamante son innumerables. No solamente contribuye a la belleza, sino que también da paz al alma como la alegría a( corazón. Purifica la sangre, es un antídoto del veneno, preserva contra las epidemias; contrarresta los embrujos y líos encantamientos, expulsa a los duendes, a las súcubos y a los incubos; devuelve al entendimiento su lucidez. Además, preserva del; insomnio, apacigua la cólera, hace al hombre fuerte y valeroso, por lo cual los griegos l'o llaman “Ana-chytis”. Invencibe es quien lo ll’eva si la fi gura de dios Marte o la de Hércules está grabada sobre él. A raíz del accidente automovilístico que privo de lia vida a Mr. Lean uno de los últimos poseedores del diamante maléfico, un reportero fué a consultar a un mago reputado, M. F- Ch. Barlet, y éste lo dijo: —“El enigma es de fácil solución si se reconoce que ese “Diamante Azul”’ pudo recibir influencias nefastas anteriores. No sé cuándo ni cómo recibió los primeros rayos del sol, ni en qué mes fué extraído de las entrañas de la tierra. . . Pero el robo, el asesinato, la angustia de una mujer que lo poseyó, bastan ampliamente para atribuir a esa joya un influjo deplorable.....• Mire, el diamante es una piedra muy sagra da, casi divina. Hay que ser puro, muy puro para poseerla sin temer sus efectos. Ahora bien, todos somos mortales y si el espíritu está pronto, la carne es a menudo débil ”. ¿Por qué no dar crédito a ese sabio? . . . ¿Qué sabemos de la mayoría de las cosas ue nos rodean? No conocemos el misterio de la electricidad ni más ni menos que el dr nuestra existencia. “Hay, Horacio, mág cosas entre el cielo y la tierra que lias que existen en tu filosofía”, dice el desquiciado Hamlet, príncipe de Dinamarca.