68 LA VIOLETA. En todos los retoques del sendero, Que blanco refleja en la ladera; Reina el siniestro són: Al derredor del delicioso otero, Y en la extensa y balsámica pradera En que trinó el alción. La sombra con sus fúnebres cendales I'Ll campanario y casas de la aldea, Terrífica envolvió; El sonante sembrado de maizales, La flor de púrpura que allí campea: Todo despareció. ¡Cuánta desolación! ¡Cuánta tristura! Solo promete el porvenir congojas A tanta soledad; Pero asoma de Diana la luz pura. Quebrando compasiva éntrelas hojas, La densa oscuridad. Así ós suplico en mi latente incalma, ¡Oh Virgen sacrosanta y admirable De innata beatitud! Destruya las tinieblas de mi alma, Tu ingente excelsitud. Isabel Leal de Martmes. Gral. Terán, Septiembre de 1893. Ligeras Reflecciones de los Deberes de la Mujer en Sociedad. La mujer: contemplad esa hermosa y fragante flor arrojada del paraíso, sin perder su delicada aroma, ni las encantadoras gracias con que la Na turaleza la adornó á fin de que vivie ra cerca del hombre, y le endulzara su existencia. Miradla siempre por el mundo,brindando,aquí una caricia, y mas allá depositando un dulce alha go que refresca, consuela y dulcifica la mísera vida porque atraviesa; y cumpliendo con la augusta misión en el puesto que por disposición Divina le corresponde puesto que,dotado co mo el hombre de iguales facultades, y de un organismo semejante,no cabe la menor duda que la mujer, en los tiempos de civilización, que por dicha nuestra surcamos, el punto ver dadero que le corresponde en socie dad es el mismo que el del hombre, con muy raras excepciones, excepcio nes que la mujer misma esquivaría. Entremos por un momento en el ho gar, recinto bendito que nos presenta un cuadro grandioso, bello y tan en cantador como sublime. Ahí, del miembro mas pequeño de esa sociedad, origen y base de las demás; están pendientes los labios de él, de los de la madre, demostrando con es te acto su cariño sacrosanto que por instinto se empieza asomar en aquella inteligencia en embrión. En otro lugar del mismo hogar dos jóvenes hermanas pasan tranquilas las horas de su vida en juegos propios de su edad. Crecen, y ahí para la madre el loable fin de darles una educación sólida, para que entren en sociedad con buena moral, finos modales y con la ilustración necesaria á sus propias ocupaciones, así como, con la indispensable para ser buenas y obedientes hijas y á su vez modelo de esposas; puesto que, ya salen con el corazón formado, y la madre las coloca en sociedad satisfecha de que la virtud que les ha legado las escudará eternamente de cuantas asechanzas se les tienda. Porque necesario es con venir, en que las maldades del mundo, (perdónesenos la frace) lequie-ren para librarse de ellas una fuerza poderosa como lo es la virtud á núes tro modo de ver. Considerar á la mujer como Bal-sac, esto es, como “un delicioso ins trumento de placer,” y la sociedad habrá fracasado, tendremos en el mundo un conjunto inarmónico de grosero materialismo, se apartará del sagrado deber á que está llamada, y muy pronto desaparecerá de sobre la tierra toda idea de moralidad, sin la que, la sociedad no vive, puesto