Página 14 LA ESPERANZA 8 de Noviembre de 1953 •«««««««««««««««««««««««««««««««««««««««•«««««««««««««««««««««««««««««««««««i» Novelas de “La Esperanza9^ j El Embrujo de Sevilla § (CONTINUA) § J»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»^ Y luego, dirigiéndose al cantador, añadió: —Y en cuanto a usted, grandísimo mamarracho, o se quita de ahí o lo quito yo. Y como el Pitoche permaneciera inmóvil, lo cogió por los hombros y lo lanzó como un saco de huesos contra el muro de enfrente. El Pitoche abrió la navaja y se abalanzó sobre el torero. Un bastonazo de éste en la muñeca lo desarmó; luego sus manos se clavaron como tenazas en el cuello del cantador, cuyo rostro empezó a amoratarse. Los ojos se le salían de las órbitas: la lengua le colgaba de la boca como una piltrafa de carne escarlata entre los dientes de un perro. La Pura mirábalo aterrorizada y movida a la vez de súbita piedad, una piedad que venía de muy lejos, de los abismos del alma, y la conmovían profundamente. De la garganta de Pitoche salían sonidos estrangulados. ¡Pur...éta!-—acertó a decir. La bailadora comprendió que le pedía auxilio, e instantáneamente resucitó en ella la Purera de antaño. El viejo amor de la chula por el golfo que la había perdido estalló en su pecho como un incendio voraz. —¡No lo mates, Paco; no lo mates, indino! ^*eete^w^iWwe^w«*ew**i*^*ww*w***™™^**-^**w*