18 EL ATENEO — REVISTA ESTUDIANTIL El Regalo Postumo __ 000-__ Respetuosamente para mi ilustre amigo el Dr. Enrique Mejia Castelún. Caía la tarde sobre el boulevard. La madeja de oro del sol se iba oscureciendo. En el azul aparecían, parpadeando, las luminarias del cielo. Los pinos perfilaban a lo largo sus sombras. Ni una voz, ni un eco; silencio en la tierra y en las almas. Fanny y su hermana —¡ondulante Lau-rita, destinada también a cantar couplés, a exhibir su cuerpo de Frinea, a correr juergas entre música alegre y a jugar con el, a-mor que no es amor!— nos habían servido el té de las seis, un poco retrasado. En la penumbra bruja, surgían como esos rostros de los cuadros de Zuloaga nuestras caras pecadoras. Eramos tres hombres y cuatro mujeres. Ellas bailarinas, nosotros escritores. Por eso el crepúsculo nos había ex-tasiado de melancolía; por eso habíamos olvidado las murmuraciones ajenas para enmudecer sobre los recuerdos propios. De pronto, Fanny suspiró. —¿Donde habrá ido?— preguntó alguien. —¡Oh, desilusión!— dijo otro. Fanny, al dejar escapar las volutas azulencas de un cigarrillo habano, con ánimo apocado contestó: —Se equivocan, amigos. Era para un muerto_______ ¡Fanny romántica! ¿La Fanny que cantaba las coplas chisperas en una escala de a-legría a ciento por uno, la Fanny de los ojos inocendiarios de Nereida, la reina de los petimetres del “Palacio”? ¡Imposible! Pero entonces nadie se atrevió a reir. Hay unos minutos cada día para nuestros muertos. Son estos instantes en que todavía no se apagó de todo el sol y vacilamos en dar vuelta al conmutador eléctrico. La hora en que los habitantes de los pueblos pequeños acuden a las iglesias a rezar el Rosario por los que ya no existen. La hora en que los habitantes de las ciudades cosmopolitas acuden a los teatros a extasiarse en la contemplación de las venus de ojos asesinos y cascos de oro, a los cines, a soñar con las “estrenuas” de las constelaciones trágicas.....para olvidar. Y sin que nadie se lo pidiera, Fanny, con voz melodiosa nos habló del muerto a quien envió el suspiro. —Debisteis leerlo en los periódicos. El martes ocurrió el hecho insólito. Se arrojó al paso de mi auto. Aún siento en mis propios oídos mi grito desgarrado; aún veo a la gente arremolinarse primero, huir luego sin rumbo, por esas calles de ruido ensordecedor. Juan José no pudo evitarlo, y gracias al agente de tráfico que lo vió correr y tirarse al suelo, no procesaron al pobre chofer. ¡Qué horror, amigos! La cabeza, cortada a cercén por las ruedas del auto, saltó a un metro del tronco. La cara conservó sobre el negro asfalto su blancura inalterada; sus ojos de un triste verde miraban tranquilos el cielo azul y del cuello hecho un muñón atroz, brotaba un hilillo de sangre roja_______Yo no creí que cumpliera su promesa de matarse. Me lo dijo tantas veces en cartas escritas, unas en prosa, otras en verso. Todas las noches, después de la función me esperaba en mi camerino. Allí, me contaba que su vida era dolorosa, soberanamente cansada, larga_____Que lo desconcertaba ver que extrangulaba su cariño, su entusiasmo .....otras veces, sonriendo con toda la a-lucinación más noble de su alma, me prometía que muy pronto, muy pronto, tan luego se recibiera de galeno, me haría su esposa... Yo me burlaba de él, y lo obligaba a amainar las velas de su barco ilusionado. Pobre abatido, era un fifí del tercer año de medicina, sin dos centavos. ¡Figuraos! ¿Donde iba yo a.....? ______Una noche me encontró en la penumbra tibia de mi camerino con un amigo, viviendo un delirio de lujuria, de sensualidad . ... En el silencio rompido por música de caprichos húngaros le oí llorar, reir.... le vi trágico, confuso... . Al día siguiente recibí la primer carta en que prometía quitarse la vida.. .Yo creí que se le pasaría aquello. ¡Sí, sí! Pasársele.....Ya véis como se le pasó. ¡Dejándose matar! Fanny calló un momento. La noche era completa. Laurita permanecía silenciosa e inmóvil. Yo me levanté v di la vuelta al conmutador eléctrico. Dió brúscamente la luz. Me sorprendí ver una lágrima en los ojos de Fanny y una sonrisa de vanidad en sus labios. Continuó diciendo: —La historia tiene epílogo: Gracias al (Pasa a la pág. 29.)