LA PENUMBRA. el cual giran multitud de mundos que sostiene con¡ su poderosa atracción. Su diámetro cuenta 350,000 í leguas y su circunferencia asciende á mas de un{ millón: distancia que para recorrerla en uno de i nuestros mas ligeros ferrocarriles, empicaríamos 15! años sin parar ni de dia ni de noche, y andando mas ¡ de 200 leguas diarias. Respecto de su volumen, necesitaríamos pa-ra formar otro igual, reunir 1.328,000 tierras como laque habitamos; volúmen gigantesco, que paraj apreciarlo mejor, podemos hacer la siguiente suposición: considerando á la Tierra colocada en el centro del cuerpo solar, la Luna que gira en torno de ella á 96,000 leguas de distancia, quedaría comprendida dentro del volumen del Sol : y todavía seria necesario caminar 80,000 leguas para llegar á la superficie de aquel grandioso y gigantesco astro. Ultimamente se ha descubierto que las manchas que se notaban en el disco solar, no son sino cráteres de inmensos volcanes, cuyas bocas tienen mas de 30,000 leguas de circunferencia. Así es que si nuestra Tierra que nos parece tan grande con la inmensidad de sus mares y la ostensión de sus continentes, llegara á caer en una de esas profundas aberturas, se perdería como una pequeña abellana en la cavidad de un gran almirez,. Hablando de la distancia que separa á nuestro planeta del Sol, diremos que su luz, que recorre 70,000 leguas en un segundo, dilata 8 minutos en llegar hasta nosotros. -Así. es que si emprendiéramos un viaje en ferrocarril hasta el Sol, dilataríamos 465 años en llegar: d de otro modo, si pudiéramos dar un paso de aquí á la Luna, necesitaríamos dar 400 pasos del mismo tamaño para ponernos en el Sol. En las observaciones del paso de Venus por el disco dél Sol en 1761, 1769 y 1874, se ha calculado que el astro del dia se encuentra d 38 millones de leguas lejos de nosotros; pero aún se espera ratificar matemáticamente esta distancia, dentro de dos años que volverá a pasar Venus por el disco solar. Todas las naciones amantes de las ciencias, se aprestan ja á la observación del fendmeno celeste que se verificara en 1882, fendmeno que vendrá á ciarnos la solución de multitud de problemas sobre los arcanos del cielo; y que de no ser resueltos esta vez, ya no le será dade á la presente generación el resolverlos; porque no se volverá á efectuar el mismo fendmeno hasta después de 122 años. Ojalá y que el gobierno de nuestra patria tome participio en esa lucha grandiosa que se prepara en los vastos campos de la ciencia; y que en lugar de construir maestranzas y cañones de grueso calibre, se ocupara en establecer observatorios y telescopios de colosal tamaño para adquirir gloriosas conquistas, no en el campo: de batalla donde se mira con horror la matanza y el estermjnio; sino en los espacios inconmensurables de los cielos donde se admira la armonía y la sublime grandeza del Autor de los mundos. Pero volvamos otra vez nuestras escrutadoras miradas al astro del dia, y con esa inusitada ansiedad con que el alma busca la solución de los arcanos de la naturaleza, miremos al Sol con sus brillantes resplandores atravesar los espacios siderales con su cortejo luminoso de planetas. Allí, en derredor de esa mole gigantesca se mueven multitud de mundos, y entre ellos también va nuestro planeta perdiéndose cual átomo invisible enmedio del universo. ¿Qué alma dotada de razon y de inteligencia podrá permanecer impasible, contemplando el espectáculo magestuoso del Sol al internarse con sagran familia de planetas en las inconmensurables regiones délos cielos? ¿Dónde, hacia que punto del universo nos arrasti-a esa locomotora de nuestro sistema, sin saber á donde nos dirigimos ni á donde iremos á parar? ¿Pasarán siglos y mas siglos sin que lleguemos en nuestra vertiginosa carrera á detenernos un momento, nn instante siquiera en alguna estación del cielo? Y sin embargo, el Sol con su volúmen gigantesco, con su inmensa irradiación y su ilimitada in- > fluencia, no viene á ser sino la mas insignificante estrella de los millones que brillan en el espacio: y nuestro sistema todo que parece confundir y anonadar nuestra imaginación, no es mas que un punto blanco enmeuio de ios desiertos infinitos del uní- f verso. El espíritu mas fuerte, la imaginación mas osad» desfallece ante el espectáculo de la creación y con 1 el encanto indefinible con que mira las maravillas délos cielos y contempla la unísona armonía de los astros, eleva del alma un himno sublime, la plegaria mas poética, la ovación mas intima con que la inteligencia humana puede manifestar al Autor de los seres su reconocimiento y su amor infi- ; ni to. ¡ 41 José María Cároehas. VABIBDADESr DEM1U08. FercteBexue, per*» porque te quiera, Tu me ensenaste amar; yo caminaba En las sombras envuelto y solitario Y ni un rayo de luz iluminaba El camino fatal de mi Calvario. Tú me enseñaste amar... .no comprendía Este fuego voraz en que hoy me inflamo Y te encontré, mnger, ¡bendito el dia En que de hinojos dije ¿ Dios, ya amó! Tu me enseñaste amar; tú la Primera Con tu apacible y celestial mirada Cambiaste en perfumada Primavera El invierno de mi alma desoía) 3.