210 LA VIOLETA. ¡Cuánto llena el alma de satisfacción, ver á la mujer en el puesto que le corresponde como compañera del hombre! Siguiendo la marcha del progreso con ánimo firme y desidido; pero ¡ay, cuán erizada y escabrosa es la pendiente al trazarse la senda que atraviesa! si relegada en el olvido, abandonada y en el oscurantismo en que yacía la más leve falta bastaba para empañar su reputación; inscrita un el saber y asociada es mas estrecha y resvaladiza todavía,algunos escritores aseguran, que la reputación de la mujer es como un purísimo cris tal que el más ligero soplo basta para apagar su brillo y tal debe set puesto que así la comparan. Tened presente esto, caras amigas mías, que si nos asociamos el sexo femenino, que sea con el fin de prestarnos protección mutua; como débil asociación no será para luchar contra el fuerte que ni remotamente pen sanios en tan descabellados propósitos; peto sí contra la ignorancia y la miseria, contando siempre con el apoyo del sexo fuerte porque nada podríamos por sí solas si no es con el beneplácito de nuestros padres, esposos ó hermanos, y las armas que se esgriman en la pelea, que sean siempre el sentiniiento y la moral. Antes que todo, la mujer debe con lar con una sólida moral, primero que abrirse las puertas de la ciencia, y procurar cultivar su inteligcnciíi es preciso y necesario que sepa la misión que como mujer tiene que desempeñar en la vida, debe alimentar su alma de finos sentimientos y sobre estos elevar el edificio del saber para que mejor sepa mantenerse en el lugar que le corresponde, y no sea nociva un su instrucción empleando sus conocimientos en malévolas acciones; porque si culpable es la mujer ignorante menos disculpa ti-^ne la que posee una mediana inteligencia. María Garsa Gomales. Estrofas. ¡Qué hermosa está la noche! ¡Qué azul el alto cielo! ¡Qué blancas las estrellas! ¡Qué lindos los luceros! ¡Qué pálida la luna! ¡Qué juguetón el viento! ¡Qué dormidas las flores! ¡Los pájaros qué quietos! I£n toda la natura Hay plácido silencio, Sólo en el alma mía Hay un horrible estruendo; Padesco de tristeza, De amargo desconsuelo, En vano busco dicha Porque jamás la encuentro; Por mi agitada mente, Como turba de espectros, Pasan los desengaños, El amor y los celos. ¡Ay! qué triste es mi vida! Mi porvenir qué negro! Mis noches son de insomnio. Mis di as son de tedio. Yo busco por doquiera A mi pesar consuelo, Mas nó, no ha y' en el mundo Para mi mal, remedio. Amo sin esperanza, Con lo imposible sueño, Deliro, sí. deliro Y de pesar me muero. Horrible pesadumbre Taladrando mi pecho, Hace sentir á mi alma Las penas del infierno. ¡Dios santo! Dios piadoso! ¡Dios compasivo y bueno! Concédeme el reposo Que da el último sueño. * * * Mil veces delirante he preguntado Al ave, al lirio y al hermoso ciclo, Si es un crimen amar como yo amo, Si es un crimen querer como yo quiero